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El mundo ha levantado mil barreras al Evangelio. No tienen ni tiempo ni deseos de escuchar la noticia que cambia: Cristo me amó y se entregó a sí mismo por mí.
No podemos acoger un regalo tan grande sin sentir, dentro del alma, el deseo de compartirlo a otros. Quisiéramos que familiares, amigos, compañeros de trabajo, personas que conocemos, puedan abrir sus corazones, encontrar a Cristo, recibir el don de Dios, dar un sí que les introduzca en la familia de los creyentes.
Pero el mundo ha levantado mil barreras al Evangelio. Unos simplemente no tienen ni tiempo ni deseos de escuchar la noticia que cambia: Cristo me amó y se entregó a sí mismo por mí . Otros estánOtros están aturdidos por los placeres, por las riquezas, por las preocupaciones de este mundo.
Otros tienen miedo: miedo a ser ridiculizados, relegados, criticados, incluso despedidos y castigados.
Mientras,Miles de corazones siguen tras placeres de espejismo, tras drogas para los corazones o para los cuerpos. Se dejan atrapar por la avaricia o la soberbia.
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¿Cómo podemos ofrecer el Evangelio? ¿Cómo conseguir que la luz que ilumina a todo hombre llegue a más corazones ?
Ante nuestra pequeñez, ante la gran cantidad de dificultades, sentimos la urgencia de rezar a Dios para pedirle que nos haga mensajeros convencidos, enamorados, coherentes, de su Evangelio. Para suplicarle que nos permita hablar con nuestros actos, con nuestra integridad, con nuestra alegría, con nuestra justicia.
Para que nos dé fuerzas para que el amor esté siempre encendido, como lámpara que brilla sobre los techos.
Así será posible que pronto, muy pronto, otros hombres y mujeres puedan confesar que Cristo Jesús es el Señor, para gloria de Dios Padre .
Autor: P. Fernando Pascual LC | Fuente: Catholic.net
HERMANOS/AS...HAGAMOS QUE MUCHAS MAS PERSONAS, CONOZCAN A NUESTRO DIOS!!!
DLB, Y LOS CUIDE. LILI.
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