Juan Francisco Jiménez Jacinto
Un páncreas que proviene de un feto de más de ocho semanas cuesta 100 dólares, 75 dólares si el feto tenía menos de 8 semanas. Las orejas y los ojos pueden ir de 50 a 75 euros y el cerebro es lo más caro, 999 dólares si proviene de un feto de menos de 8 semanas, pero si está visiblemente dañado tiene un descuento del 30%.
El pulmón y el corazón, en bloque vale 150 dólares y un cadáver embrionario intacto de menos de 8 semanas cuesta 400 dólares, 600 si es mayor. La sangre del cordón umbilical sale a 125 dólares, la columna vertebral a 150 dólares y la médula espinal cotiza a 325 dólares. ¡Ah!, si compra extremidades, está obligado a adquirir el par como mínimo.
Aunque este lenguaje pueda parecer muy duro, no se trata del listado de precios de una tienda de despojos del mercado de la esquina. No se llamen a engaño, es el precio que pagan centros de investigación biotecnológica a las clínicas abortistas de Estados Unidos y Canadá para investigar con los restos de los niños abortados.
Las clínicas abortivas de Estados Unidos comercializan con los restos de los fetos abortados en sus salas. ¿Y quién quiere comprar esos restos de piel, orejas, ojos, hígados, páncreas…? Pues la investigación médica actual se ha convertido en una fuente de negocio ‘extra’ para los abortorios que hacen negocio sesgando vidas y luego las venden a través de unos precios estipulados y fijados.
Es lo que ha afirmado la doctora Theresa Deisher en un discurso pronunciado el pasado 10 de diciembre en Washington, DC. Deisher es fisióloga molecular y celular, y su trabajo está reconocido internacionalmente como experta en medicina regenerativa.
La científica constata que a lo largo de la Historia cuando el hombre ha querido explotar a otros hombres, “lo que primero tenemos que hacer es cambiar nuestra forma de pensar sobre ellos y, por supuesto, luego en realidad tenemos que deshumanizarlos, y por lo general hacemos eso negándoles el alma. En consecuencia, en realidad ellos no son humanos como el resto de nosotros”.
Fetos: mientras más maduros, más valiosos
Deisher explicó en la conferencia ‘Cincuenta años de la píldora’, organizada por Vida Humana Internacional de Estados Unidos que es, precisamente, el escenario con las vidas humanas más pequeñas en la investigación médica de actual –y no sólo embriones, sino niños no nacidos de todos los trimestres– cuyas partes corporales se vuelven más valiosos a medida que maduran.
La experta en fisiología constató que un reciente artículo hizo público que la Universidad de Washington completó más de 4.400 solicitudes de partes frescas de cuerpos fetales a partir de tejidos fetales con el propósito de desarrollar investigación biomédica en el 2009. Esta revelación significó la primera vez que se descubrieron las cifras concretas de esos pedidos.
“Estas peticiones tienen que ser aprobadas por una junta de revisión institucional, por eso pienso que lo están evaluando éticamente, porque la junta revisó previamente el uso que se hace de esto”, dijo Deisher. Además, la experta se hizo la siguiente pregunta: “¿Piensan ustedes que esa relación podría tener que ver con médicos alentando abortos?”. La doctora ha estimado que en Estados Unidos podría haber hasta un millón ochocientos setenta mil de esas transacciones en las que los científicos amparados en sus instituciones piden partes de los cuerpos abortados.
La científica también explicó que en internet sus propios colegas intercambian información sobre cuándo el órgano humano de un feto está en mejor estado para ser utilizado. Por ejemplo, el mejor tejido de corazón se obtiene de un niño de 22 semanas de gestación.
Deisher ha explicado que, además, los cuerpos no solo se destinan a investigación, sino que son utilizados “no sólo como herramientas de investigación biomédica, sino como terapias médicas reales”. La doctora explicó que “los fetos de 12, 14, 16 y 18 semanas de gestación son triturados y sus células se implantan en personas que han sufrido accidentes cerebrovasculares o la enfermedad de Parkinson”.
Deisher lamentó dicha comercialización que achaca en parte a la tendencia de ver a los niños que van a nacer como “una opción más que una bendición”, debido a la tecnología de control de la fertilidad y la natalidad.
“A partir de esa forma de interpretar la gestación, es muy fácil empezar a observar a los niños como una cosa material, un coche nuevo o una mansión, una mercancía”, concluyó.
Deisher es miembro de la Administración y Directora de Investigación y Desarrollo en Biotecnología MAV, tiene varios años de experiencia a su espalda como científica comercial en compañías farmacéuticas líderes. Su trabajo ha llevado a decenas de sensacionales avances médicos que han sido patentados.
El tráfico de órganos humanos, legalizado
En Estados Unidos, se trasladan cada día cuidadosamente paquetes de restos humanos de fetos para ser utilizados por parte del gobierno, universidades, laboratorios farmacéuticos y otros laboratorios de biotecnología, según explica el portal de noticias Notifam.
En la actualidad estos restos se han convertido en un artículo de consumo indispensable para muchos investigadores y científicos de Estados Unidos, y una exportación lucrativa de las clínicas de aborto de Estados Unidos. En el documento adjunto se pueden observar la relación de precios de partes de cuerpos fetales que aporta Campaña de la Coalición Vida (Campaign Life Coalition, en inglés).
James Hughes, de la estadounidense Campaña de la Coalición Vida ha exigido que cese el comercio de partes del cuerpo de bebés abortados. Estas partes a menudo cruzan la frontera de Canadá a Estados Unidos, son órganos obtenidos a través del aborto y con los que “los especuladores de la miseria humana” han encontrado “un ‘producto’ para hacer el comercio espeluznante del aborto aún más rentable”, afirma Hughes.
La Campaña de la Coalición Vida se preguntaba ya el 24 de agosto de 1999 si la sociedad sabe que no hay ley que regule este hecho, tan sólo “hay que cumplir las directrices referentes a la recogida de tejido fetal”.
“Existe una moratoria que afecta a la investigación en Canadá, pero en Estados Unidos Bill Clinton, en uno de sus primeros actos como presidente, eliminó todas las restricciones”, concluye Hughes.
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