Fragmento del Diario de Santa Faustina Kowalska, "La Divina Misericordia en mi alma", con comentario. Gracias por compartir.

[ieda Flavia Analia]

Fragmento del Diario de Santa Faustina Kowalska,
"La Divina Misericordia en mi alma", con comentario

Abnegación del Sacerdote. 

563 (31) Antes de venir a Vilna y antes de conocer a este confesor, una vez había visto una iglesia no muy grande y junto a ella esta Comunidad. El convento tenía doce celdas, cada religiosa iba a tener su celda particular. Vi al sacerdote que ayudaba a arreglar el convento y a quien conocí unos años mas tarde, pero ya lo había conocido en visión. Vi su gran abnegación en arreglar todo en aquel convento y le ayudaba otro sacerdote que no he conocido hasta el momento. Vi las rejas de hierro tapadas con un paño oscuro. A aquella iglesia las hermanas no iban. 

Comentario: 

“La corrupción de lo mejor, es la peor”. Por eso si un sacerdote cae de su vocación y se corrompe, su caída arrastra a muchísimas almas, porque él es como una lumbrera en la Iglesia que, al apagarse, deja en tinieblas a muchos.

Hay que rezar mucho, muchísimo por los sacerdotes, a los que el demonio ataca especialmente porque sabe muy bien que corrompiéndolos, logra arrebatar a Dios innumerables almas para su Infierno.

Recordemos siempre que el sacerdote es un hombre más, y no es un hombre más. Es decir, que es un hombre en cuanto tiene las mismas pasiones y defectos que cualquiera de los hombres, incluso a veces más fuertes porque el mismo demonio los incita; y no es un hombre más, corriente, porque es un ser celestial, ya que tiene el poder de Cristo Sacerdote.

Así como todos debemos agradecer a nuestra madre, porque todos tenemos una madre; así también todos los católicos tenemos sacerdotes a los que agradecer, que nos han dado los sacramentos: el Bautismo, la Eucaristía, la Confirmación, la Confesión, etc., y nos despedirán cuando partamos hacia la eternidad, y luego, si vamos al Purgatorio, ellos ofrecerán Misas en sufragio de nuestras almas. Por eso tenemos que amar mucho a los sacerdotes, no juzgarlos jamás, sino rezar mucho por ellos. Y no sólo rezar por ellos, sino también ofrecer sacrificios por su salvación y santificación.

Jesús, en Vos confío.

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