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Amén.
“¡Amén!” Expresión muy consoladora –dice San Jerónimo–. Es como el sello que Dios pone al final de nuestra súplica para asegurarnos que nos ha escuchado. Es como si respondiera: “¡Amén!”Sí, hágase como habéis pedido, lo habéis conseguido. Porque esto es lo que significa el término “¡Amén!”
(El Secreto Admirable del Santísimo Rosario, San Luis M. Grignion de Montfort)
Comentario:
Algunas veces he oído que quienes rezan el Rosario en voz alta, omiten al final de las oraciones el “Amén”.
De esa manera la oración queda incompleta, y el Rosario también, porque la palabra amén debe decirse al final de cada oración del Rosario.
También he comprobado que cuando muchas personas se acercan a comulgar, ya no dicen la palabra amén. Está bien que a veces ni el sacerdote que distribuye la comunión ni siquiera dice: “El Cuerpo de Cristo”, y entonces se entiende que el comulgante no responda “Amén”. Pero a veces el sacerdote dice esas palabras, y los que reciben a Jesús sacramentado no responden nada, siendo que es obligación responder amén, para que el sacerdote le pueda dar la comunión.
“Amén”, también es lo mismo que decir, “hágase, Dios, tu voluntad”. Por eso aunque sólo digamos en el transcurso del día la palabra Amén, ya estaríamos rezando, y rezando muy bien. Así que no la omitamos en las oraciones del Rosario ni cuando vamos a recibir la Eucaristía.
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