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MES DE MARÍA- hEMISFERIO nORTE : Mes de Mayo- Hemisferio Sur :del 7 de nov -al 8 de Diciembre.Para compartir Analia con cariño Analia

DÍA PRIMERO (7/NOV)

María, nuestro Modelo

CONSIDERACIÓN. – La mejor manera de honrar a la Santísima Virgen, es esforzarse en reproducir sus admirables virtudes, porque Ella es no solamente nuestra Madre, sino también nuestro Modelo.
María se ha elevado a la santidad sublime que la caracteriza, no por género de vida excepcional, sino cumpliendo perfectamente y con espíritu de fe, cada uno de sus actos. Sui existencia ha sido, exteriormente, simple y ordinaria: la observación de la ley divina: la práctica de las virtudes de su estado, constituye toda su perfección. El camino que ha seguido, es el que nosotros debemos seguir. Elevemos los ojos hacia Ella, meditemos su conducta y apliquémonos a reproducir por nuestros sentimientos, acciones, palabras, lo que admiramos en Ella; esforcémonos en dar cada día un paso en esta imitación de nuestra Madre; éste es el modo más seguro de serle agradable.
“El alma de María es el espejo fiel donde se reflejan, con toda su hermosura, las más sublimes virtudes”, dice San Ambrosio; que Ella sea nuestro Modelo y la luz de todos nuestros pasos.

EJEMPLO. - Un santo rey, gustaba ir, durante las noches de invierno, a visitar a Jesús, en la soledad de su tabernáculo.
El vasallo que le seguía y que caminaba detrás, sobre la nieve apenas hollada, temblaba de frío, tenía los pies lastimados y se quejaba de las fatigas del camino. El príncipe le dijo: “Pon tus pies en las huellas de mis pasos y te sentirás sensiblemente aliviado”.
El servidor así lo hizo y sintió pronto, que un dulce calor lo fortificaba.
Caminemos sobre las huellas de la Santa Virgen, pongamos nuestros pies en las marcas de sus pasos y siguiéndola, encontraremos fácil, hasta atrayente, aquello que nos había parecido al principio imposible o desagradable.
Si al calor de las virtudes de María nuestro corazón se anima, se sentirá pronto abrasado por un ardor inextinguible a seguir las huellas de un modelo tan hermoso, es decir, a imitarla.

PLEGARIA. - ¡Oh María! recibidme, os ruego, como hijo vuestro; obtenedme la gracia de imitar vuestras virtudes, particularmente vuestra humildad, dulzura, paciencia y amor a Dios. Alcanzadme una verdadera devoción hacia Vos y hacia vuestro divino Hijo sin el cual, nada se puede; enseñadme a soportar las cruces, las humillaciones, y todas las penas que Dios guste enviarme; haced, en fin, que viviendo en la práctica de la virtud, pueda morir en vuestros brazos y expirar pronunciando los nombres de Jesús, maría y José. Así sea.

RESOLUCIÓN. – Me aplicaré a imitar a la Santísima Virgen, en todas mis acciones.

JACULATORIA. – Santa Madre de Dios, rogad por nosotros.

DÍA SEGUNDO (8/NOV)

¿Por qué hemos sido creados?

CONSIDERACIÓN. – Los filósofos se han preguntado, sin poder muchas veces, responder a sus propias interrogaciones, de dónde ellos venían, por qué habían sido creados y a dónde iban.
La Santísima Virgen, en quien la luz de la fe iluminaba el alma pura e inmaculada, sabía que Ella venía de Dios, creador del cielo y de la tierra; que el Señor la había colocado aquí, abajo, dándole una misión especial y que le reserva una recompensa eterna.
Nosotros podemos decir, con noble orgullo, que, como María, venimos de Dios; que, en su sabiduría infinita, Él ha dado a nuestra vida un fin determinado, y que nos prepara una felicidad sin fin, si somos fieles a sus órdenes.
Hay hombres, sin embargo, que pasan sobre esta tierra sin ocuparse jamás de sus destinos eternos y pierden su alma, porque viven como si no hubieran de morir.

EJEMPLO. – Jesús estaba un día en casa de su amigo Lázaro. Las dos hermanas lo ayudaban a agasajar a su divino huésped, pero lo hacían de diferente modo: Magdalena se hallaba prosternada a sus pies y recogía con amor cada una de las palabras que salían de su boca; Marta se ocupaba con diligencia de toda clase de cuidados y deteniéndose delante del salvador le dijo: “Señor, ¿no veis que mi hermana me deja sola para hacer todo? Decidle que me ayude”.
Jesús le respondió: “Marta, Marta, os inquietáis y turbáis por muchas cosas; pero sólo una es necesaria: la salvación”.

PLEGARIA. – Vos sois llamada, ¡oh María! Estrella de la mañana. Dignaos, pues, guiarme en el camino, muchas veces difícil, de la vida. Haced que yo piense siempre en la salvación de mi alma y que no me deje distraer nunca por los diversos acontecimientos que se relacionan con mi existencia. Así sea.

RESOLUCIÓN. – Me esforzaré en trabajar sin descanso, en la obra de mi salvación.

JACULATORIA. – Oh María, Estrella de la mañana, rogad por nosotros.

DÍA TERCERO (9/NOV)

Del conocimiento de Dios

CONSIDERACIÓN. – Dios se manifiesta al hombre de diversas maneras: por sus obras, en la naturaleza; por sus profetas, en los libros santos; por sus ministros, desde lo alto de la cátedra cristiana.
María no descuidaba ningún medio de aprender a conocer al Señor y experimentaba una gran satisfacción oyendo hablar de sus perfecciones, viendo las pruebas brillantes en las maravillas de la creación, que eran para Ella, como un libro abierto, revelándole su sabiduría, su potencia y su bondad.
Es un deber para el cristiano, aplicarse a conocer al Señor. Si las ciencias diversas pueden ser útiles, una sola, es absolutamente necesaria: aquella que nos hace conocer a Dios y las relaciones que nos unen a Él. Un niño, gusta oír hablar de las grandezas de su padre y de los altos destinos que le esperan.
No descuidemos, pues, ninguna ocasión de instruirnos sobre el punto de vista religioso, escuchemos con respeto la palabra de Dios, leamos atentamente los libros que tratan de sus perfecciones y veamos la acción de su Providencia, lo mismo en las obras de sus manos divinas, que en los acontecimientos que se suceden a nuestros ojos.

EJEMPLO. – Los primeros cristianos tenían tal sed de la palabra divina, que afrontaban para oírla, los más grandes peligros. Durante las persecuciones, sólo en las catacumbas, vastos subterráneos, se celebraba el oficio divino y los sacerdotes del Señor manifestaban su palabra; ningún obstáculo impedía a esos hombres valientes, a aquellas débiles pero enérgicas mujeres y hasta a los niños, exponerse a la muerte para aprender a conocer a Dios.

PLEGARIA DE SAN AGUSTÍN. - ¡Oh Dios mío! aquél que no os conoce, aunque conozca todo aquellos que no sois Vos, es desgraciado. Mas, aquél que os conoce, aunque no conozca otra cosa, es feliz si os ama. ¡Haced que os conozca y os ame! Así sea.

RESOLUCIÓN. – No descuidaré ninguna ocasión de aprender a conocer a mi Señor y Dios.

JACULATORIA. – María, Madre de la divina gracia, rogad por nosotros.

DÍA CUARTO (10/NOV)

 

Debemos amar a Dios

 

CONSIDERACIÓN. – Cuanto más la Santísima Virgen avanzaba en el conocimiento de Dios, tanto más lo amaba. ¿Cómo en efecto, se podría no dar todos los efectos del corazón a Aquél que reúne todas las grandezas, todas las perfecciones, de quien las criaturas que más admiramos aquí abajo, no son sino un pálido reflejo?

Si hay todavía hombres que no aman al Señor, que no piensan en Él, que no elevan su alma hacia Él, es porque les es desconocido.

Esos infelices no saben que ese Dios todopoderoso, el Creador del universo, el Rey de los reyes, les ha amado con un amor tan grande, que por redimirlos de la condenación eterna, el Verbo eterno, la Segunda persona de la Santísima Trinidad ha querido descender del cielo, nacer en un establo y morir sobre la cruz. ¡Oh! ¿no sentimos que nuestro corazón se emociona, considerando tantas pruebas de amor? Comprendamos cómo seríamos ingratos, si no amáramos a Dios con todas las fuerzas de nuestra alma, más que a ninguna de las cosas creadas, más que a nosotros mismos y si no estuviésemos dispuestos a sacrificar todo por su amor.

 

EJEMPLO. – Un día que el santo Cura de Ars oía cantar a los pajarillos dijo suspirando: ¡Pobrecillos! habéis sido creados para cantar y cantáis. El hombre ha sido creado para amar a Dios y no lo ama. Sin embargo, la única felicidad que tenemos sobre la tierra es amar a Dios y saber que Él nos ama. Ser amado por Dios, estar unido a Dios, vivir en la presencia de Dios, vivir para Dios.

¡Oh! ¡qué bella vida!

 

PLEGARIA DE SAN AGUSTÍN. - ¡Oh nuestra poderosa Soberana, hablad por nosotros a nuestro Señor Jesucristo, ¿quién podría hacerlo mejor que Vos, que habéis gozado tan íntimamente de sus pláticas sobre la tierra? Pedid para nosotros un gran amor a Dios, la perseverancia en su santa gracia y la felicidad de morir en su amistad. Así sea.

 

RESOLUCIÓN. – Diré continuamente a Dios que lo amo y trataré de probárselo con mi conducta.

 

JACULATORIA. – Madre del Salvador, rogad por nosotros.

DÍA QUINTO (11/NOV)

 

Dios es nuestro Maestro

 

CONSIDERACIÓN. – La Santa Virgen se llama a sí misma la sirvienta del Señor; Ella lo reconoce asimismo por su Maestro y el más grande elogio que puede hacerse de los santos, es decir, que ellos también son los servidores del Señor.

Comprended bien el sentido de esta palabra: el servidor, no se pertenece; su tiempo, su trabajo, sus esfuerzos, todo es de su amo; si es dedicado y fiel, toma tan a pecho los intereses de aquel a quien sirve, que los cuida como a los suyos propios.

Nosotros pertenecemos a Dios, que nos ha creado, que nos ha redimido por la sangre de su Hijo. Estamos en la tierra para servirle; es decir, para cumplir los mandamientos que nos ha dado, trabajar para la gloria y para la salvación de nuestros hermanos y la nuestra. ¡Ay! ¡cuántos hombres han repetido en el fondo de su corazón y por sus acciones la espantosa palabra de Satán: “Non serviam”, “yo no serviré” y corrido así, a su propia condenación!

En cuanto a nosotros, imitemos a María, estimémonos felices de servir a un Dios bueno. En la observancia de sus leyes, encontraremos la paz aquí abajo y después de nuestra muerte, la felicidad que es la recompensa.

 

EJEMPLO. – San Vicente de Paúl vivía siempre en presencia de Dios, su Señor y Maestro. En el instante de iniciar algún trabajo, repetía según el Apóstol: Señor, ¿qué quieres que haga? y se aplicaba con gran cuidado a discernir las manifestaciones de la naturaleza de las inspiraciones de la gracia, a fin de descubrir cuál era la voluntad de Dios para cumplirla. También decía que la perfecta conformidad a la voluntad de Dios, es el mejor modo de triunfar de toda especie de tentación, de purificarse de las diferentes imperfecciones y de conservar la paz del corazón.

 

PLEGARIA. – Hazme comprender, ¡oh Virgen María! cuán feliz soy por haber sido llamado al servicio del Rey de los reyes, del Señor de los señores, y qué gloria es para mí, pobre criatura, pertenecerle y poder aspirar a la felicidad de habitar en la casa de mi Amo, por los siglos de los siglos. Así sea.

 

RESOLUCIÓN. – Me glorificaré de estar al servicio de Dios.

 

JACULATORIA. – Madre del Creador, rogad por nosotros.

 

DÍA SEXTO (12/NOV)

 

¿Cómo debemos servir a Dios?

 

CONSIDERACIÓN. – Dios es nuestro Rey, nosotros somos sus súbditos: Él es nuestro amo, decíamos ayer y nosotros sus servidores. No basta reconocerlo, es necesario probar cómo nos estimamos felices de estar bajo su imperio y dominación. Él podría exigir de nosotros grandes servicios, austeras penitencias, vivos sufrimientos, nuestra vida misma, como lo ha hecho con los mártires. Se muestra con nosotros menos riguroso; lo que quiere, es que cumplamos por Él, todos los actos comunes que llenan cada uno de nuestros días, que nos santifiquemos por el cumplimiento de los deberes de nuestro estado.

Ofrecerlo todo, aceptar todo de su mano, no buscar nada más que su voluntad, que su buen placer; ésta es la ruta que debe seguir el cristiano, imitando así los ejemplos admirables de nuestra Madre del Cielo, quien ha rogado, trabajado, conversado con sus semejantes, reparado sus fuerzas, tomando alimentos y reposo, pero estos actos tan comunes y ordinarios, Ella los ha elevado y hecho nobles, cumpliéndolos siempre para agradar al Señor.

 

EJEMPLO. – Veamos, cómo la piadosa Armelia Nicolás, tenía continuamente a Dios en su mente: “Desde la mañana a la noche, dice, no tenía otro objeto más que su pensamiento.

“Desde mi despertar, me arrojaba en brazos del Salvador, como un niño en los de su padre, me levantaba para servirle y trabajar, según su agrado. A menudo no tenía tiempo para recitar una corta oración, en todo el día, pero mi corazón se hallaba satisfecho de trabajar para Dios como cuando oraba, porque había aprendido que todo lo que se hace por su amor, es una verdadera oración.

Vistiéndome, pensaba estar siempre en su adorable presencia y me gustaba considerar que era su amor quien me proveía de qué vestirme.

Tomando alimentos, me parecía que cada trozo me era presentado por su Divina Providencia y que Él mismo cuidaba de alimentarme.

Cuando los hombres me perseguían con sus palabras y malos tratamientos y el demonio con sus tentaciones y vanos artificios, me dirigía en seguida a Dios que no dejaba de consolarme nunca”.

 

PLEGARIA DE SAN BERNARDO. - ¡Oh María! Con justicia todas las criaturas os invocan, porque en Vos y para Vos, la mano del Todopoderoso, ha como creado de nuevo lo que se había creado. Recibid, pues, lo poco que yo tengo para ofrecer a Dios. Ofreceos Vos misma, a fin de que no sea rehusado. Así sea.

 

RESOLUCIÓN. – Me esforzaré en cumplir cada una de mis acciones, de modo de agradar a Dios.

 

JACULATORIA. - ¡Oh María! modelo de los cristianos, rogad por nosotros.

 

DÍA SÉPTIMO (13/NOV)

La oración de la mañana

CONSIDERACIÓN. – Cada uno de nuestros días debe ser, desde su comienzo, consagrado a Dios por la plegaria.
No basta, para cumplir este primer deber, recitar cómodamente y sin atención algunas palabras aprendidas de memoria. La plegaria es una elevación del alma hacia Dios, es necesario que el cristiano le hable con la confianza con que un niño se dirige a su padre, le expone sus necesidades, le confía sus inquietudes, solicita el perdón de sus culpas, le agradece los dones que ha recibido. Cuando cada mañana recitamos el Padrenuestro, del cual Jesús mismo nos ha dado el texto, que nuestro corazón siga las palabras pronunciadas por nuestros labios.
Todo lo que debemos pedir al Señor, está allí maravillosamente resumido.
No terminemos nunca este piadoso ejercicio, sin pedir la protección maternal de María. ¡Con qué fervor, con qué recogimiento se dedicaba Ella cada día a sus plegarias! ¡Qué respeto en su actitud, qué fervor en su corazón!
¡Oh! si pudiéramos orar como Ella ¡cómo seríamos felices!

EJEMPLO. – El santo Cura de Ars, hablaba siempre con muy afectuoso reconocimiento, de los constantes esfuerzos de su madre, para hacer de sus hijos verdaderos cristianos, elevando desde su niñez, su corazón y espíritu hacia Dios. Apenas comenzaban a balbucear y ya ella les enseñaba a juntar las manitas y pronunciar los nombres de Jesús y María. Los despertaba ella misma y su primera ocupación, era hacerles recitar las oraciones de la mañana. Les demostraba cómo es necesario consagrar cada día la primera acción a Dios, a quien debemos la vida y todo lo que poseemos.
Juan conservó el recuerdo de este ejercicio de la mañana, hasta una edad muy avanzada. Un eclesiástico que le había oído un día hablar con emoción, sobre este punto, le dijo:
-¡Cómo sois feliz de haber sentido, desde tan joven, esa potente atracción a la plegaria!
-Después de Dios, le respondió el señor abate de Vianney, esto, fue obra de mi madre, ¡ella era tan buena y tan piadosa!

PLEGARIA DE SAN ANASTASIO. - ¡Oh Santísima Virgen! escuchad nuestras plegarias, distribuidnos los dones de vuestras riquezas y dadnos parte en la abundancia de vuestras gracias. El Señor está contigo, rogad por nosotros ¡oh Madre de Dios! nuestra poderosa y augusta Soberana. Así sea.

RESOLUCIÓN. – No dejaré jamás, de hacer mi oración de la mañana.

JACULATORIA. – Madre del Salvador, rogad por nosotros.


DÍA OCTAVO (14/NOV)

La unión con Dios

CONSIDERACIÓN. – La Santísima Virgen, no se limitaba a ofrecer a Dios, las primicias de sus días. Ella cumplía en seguida cada uno de sus actos, en espíritu de fe. Cuando nuestro Señor nos dice, en el Evangelio, que es necesario no dejar de orar jamás, no debemos entender que estamos obligados a continuas meditaciones, sino a frecuentes elevaciones de nuestra alma hacia Dios y a una unión constante de nuestro corazón con Él, aún en medio de las más variadas ocupaciones.
Algunas veces, nos quejamos de que nos falta coraje en el dolor, fuerza en la tentación; esto viene de que no recurrimos frecuentemente a Dios.
Una invocación ferviente, un signo de la cruz, un impulso de nuestro corazón hacia Él, pidiéndole socorro y ayuda, nos mantendrán fuertes y enérgicos, en todas las circunstancias de la vida.
Seamos fieles también, a las prácticas que la Iglesia nos recomienda; asistamos cada día, si podemos, al Santo Sacrificio de la Misa; no omitamos nunca el Ángelus, ese gracioso saludo a María.
En fin, volviendo a tomar nuestra comparación de ayer, vayamos frecuentemente a Dios, que es nuestro Padre, y dirijámonos a la Santísima Virgen que Él nos ha dado por Madre.

EJEMPLO. – San Vicente de Paúl se mantenía constantemente unido a Dios. Cualquier clase de ocupación o trabajo que le llegara, le encontraba siempre recogido, siempre dueño de sí mismo. Era de notarse que, ordinariamente, antes de responder a cualquier pregunta, sobre todo si se trataba de algo importante, hacía una pequeña pausa, durante la cual elevaba su alma a Dios para implorar su luz y su gracia, a fin de no decir ni hacer nada, más que según su voluntad, y para su mayor gloria. Se servía de cosas naturales y sensibles para elevarse hasta el Creador.
Cuando veía la campaña cubierta de trigo o los árboles cargados de fruta, tenía motivos para admirar esta abundancia inagotable de bienes que está en Dios, de alabar y bendecir el cuidado paternal de su Providencia. Cuando veía flores o cualquier otra cosa agradable o hermosa, pensaba en su corazón:
¿Qué hay comparable a la bondad de Dios, que es el principio de toda la perfección de las criaturas?
¿No es de Él, que los astros, las flores, los pájaros, toman su brillo y hermosura?

PLEGARIA DE SAN EFRÉN. - ¡Oh Madre Inmaculada del Salvador! ¡Oh mi gloriosa Soberana! Vos sois más pura que el resplandor brillante de los rayos del sol, Vos que sois el socorro de los pecadores, el puerto de los desgraciados, el consuelo del mundo, guardadme bajo vuestras alas... Haced que yo llegue a Jesucristo, haced que yo entre en la corte bienaventurada de los Santos. Así sea.

RESOLUCIÓN. – Elevaré frecuentemente mi corazón a Dios, durante el día.

JACULATORIA. – Virgen digna de alabanza, rogad por nosotros.

DÍA NOVENO (15/NOV)

 

El trabajo

 

CONSIDERACIÓN. – Cuando el primer hombre hubo pecado, Dios le impuso como uno de los castigos por su falta, la necesidad de trabajar: “Ganarás el pan con el sudor de tu frente –le dijo-, la tierra no producirá sola, sino zarzas y espinas”.

Esta obligación es general, cualquiera que sea el sitio donde la Divina Providencia nos haya colocado. El fastidio, la pena, la fatiga, que encontremos en el trabajo, no deben sorprendernos, ni descorazonarnos, porque el trabajo es una expiación.

Si algunas veces hallamos un cierto placer en nuestros trabajos, es Dios, que en su bondad, nos ayuda a cumplir nuestra tarea.

El Divino Maestro, ha santificado esta labor cotidiana, de la cual algunas veces nos quejamos: Dios ha sido obrero, se ha ocupado de duros trabajos y María, hija de reyes y que debía ser un día Reina de los Ángeles, estuvo sometida a la misma ley. La tradición nos la representa, bien hilando o tejiendo las telas necesarias para sus vestidos o los de su Hijo; o bien, ocupándose en los humildes quehaceres de su casa.

Elevemos muchas veces los ojos hacia la Santa Familia de Nazaret, cuando nos sintamos agobiados por la duración o la aridez de nuestro trabajo y pidámosle que nos ayude a imitarla.

 

EJEMPLO. -  San Silvano, que habitaba en el monte Sinaí con sus religiosos, recibió un día la visita de un ermitaño, quien, al ver a los monjes trabajando, se sorprendió.

-¿Por qué –les dijo- trabajáis con tanto ardor para procuraros un alimento material? ¿María no ha tomado la mejor parte? ¿Y Marta no fue reprendida por el Señor, a causa de su ocupación?

Sin responder a esta interpelación, San Silvano hizo dar un libro al ermitaño extranjero y le asignó una celda deshabitada.

A las tres horas de la tarde, el ermitaño, se extrañó de que nadie lo hubiese llamado a comer, esperó hasta el momento en que no pudo resistir el hambre que le atormentaba y entonces fue en busca del abad Silvano.

-Padre, le dijo, ¿los monjes no comen hoy?

El abad le respondió que todos ya lo habían hecho.

-¿Y cómo no me habéis invitado a participar de vuestro alimento?

-¡Cómo! respondióle San Silvano sonriendo, es porque como María, vos pretendéis haber tomado la mejor parte.

Vos miráis el trabajo como innecesario y es probable que no viváis, por supuesto, más que de alimento espiritual.

En cuanto a nosotros, que estamos revestidos de un cuerpo, estamos condenados a alimentarnos, y, por consiguiente, a conservar la vida para poder trabajar.

El ermitaño pidióle perdón, por haberse permitido una censura tan desconsiderada.

-Me siento feliz de que reconozcáis vuestro error, agregó San Silvano con benevolencia. De paso, veo que María tuvo necesidad de la ayuda de Marta.

Si Marta no hubiera trabajado, María no habría podido reposar a los pies de Jesús.

 

ORACIÓN. – Os suplicamos, ¡oh María! que no nos abandonéis en los trabajos de esta vida. Vos, que habéis querido someteros a la ley común del trabajo, haced que, a vuestro ejemplo, aceptemos con resignación las fatigas y sufrimientos, que son el resultado del pecado y que, de este modo, podamos adquirir verdaderos méritos a los ojos del Señor. Así sea.

 

RESOLUCIÓN. – Huiré de la ociosidad, como de un gran mal.

 

JACULATORIA. – Madre admirable, rogad por nosotros.

DÍA DÉCIMO (16/NOV)

Hacer todo por Dios

CONSIDERACIÓN. – El apóstol San Pablo dijo que nosotros debemos santificar todas nuestras acciones.
“Sea que comáis, bebáis o hagáis cualquier cosa, hacedlo todo por la gloria de Dios”.
Nos es imposible trabajar sin descanso y tenemos necesidad de reparar las fuerzas que gastamos. Nada más vulgar que dar a nuestro cuerpo el alimento que reclama y sin embargo, esta acción puede ser meritoria, puesto que entra en las disposiciones de la Providencia.
La Santa Familia de Nazaret, no estaba exenta de la necesidad del hambre. Jesús, María y José, se reunían pues, en común, a tomar el alimento.
Comenzaban por rogar a Dios que los bendijera, después, con una gran frugalidad, sin buscar la satisfacción de sus gustos, tomaban los alimentos que la Santa Virgen les ofrecía y no volvían a sus ocupaciones, sin antes dar gracias a Dios, por haberles dado el pan cotidiano, necesario para la conservación de la vida.
Así debemos proceder, comenzando y terminando cada una de nuestras comidas con la oración, evitando el abandonarnos a la glotonería y a todo aquello que sea rebusca exagerada de calidad o cantidad, en nuestro alimento.
Es necesario comer para vivir y no vivir para comer.

EJEMPLO. – Todo lo que hacemos, dice San Francisco de Sales, recibe su valor, de la conformidad con la voluntad de Dios. De modo que, aun comiendo o recreándome, si lo hago porque tal es la voluntad de Dios, merezco más que si sufriera la muerte, sin tener una tal intención.

PLEGARIA. – Haced, ¡oh María! que os imitemos en todas nuestras acciones y que nuestras comidas sean, como han sido las vuestras, santificadas por nuestra unión con Dios. Que procuremos no perder ninguna de las mortificaciones que se presentarán en el curso de nuestra vida.

RESOLUCIÓN. – Tomaré cada una de mis comidas, en unión de María.

JACULATORIA. – María, Virgen fiel, rogad por nosotros.

DÍA ONCE (17/NOV)

 

Las distracciones permitidas

 

CONSIDERACIÓN. – La Santa Escritura, nos invita a recrearnos bajo los ojos del Señor.

Nos es permitido pues, buscar honestas distracciones y cuando hemos llevado el peso del día y del calor, reposar en paz en el seno de nuestra familia; mas es necesario comprar esta satisfacción con el trabajo.

Una buena lectura, un paseo al campo, algunos instantes de dulce conversación entre personas que se convienen, son cosas que se permiten y no hay duda que los santos habitantes de Nazaret descansaban así de las fatigas de sus trabajos.

Huyamos, en esas horas reparadoras, de todo lo que pueda alejarnos del Señor: las conversaciones poco cristianas, una disipación muy grande, un gozo inmoderado contrario a la dignidad de los hijos de Dios, los propósitos ligeros y bromistas que hieren la modestia. Huyamos también de las lecturas perniciosas y malsanas, que, con el pretexto de divertirnos un instante, llevan el veneno hasta el fondo de las almas.

En fin, pensemos entonces que nos hallamos bajo los ojos del Señor y que nada, en nuestra conducta, en nuestras palabras y en nuestros pensamientos pueda herirlo.

 

EJEMPLO. – El gran sabio cardenal Bellardino, visitando un día a los alumnos del colegio Romano, durante el recreo, preguntó a algunos que se hallaban agrupados a su alrededor: -¿Qué haríais si un Ángel del Cielo viniera, de parte de Dios, a comunicaros que vais a morir?

Uno respondió: -Yo iría en seguida a confesarme.

Otro: -Yo me prosternaría delante del Santísimo Sacramento.

Un tercero: -Yo continuaría recreándome.

El cardenal fijó sobre este niño, que se llamaba Luis de Gonzaga, una mirada de emoción y abrazándolo con ternura, le dijo: -Amigo, vuestra respuesta es la mejor.

El joven escolar tenía razón: los honestos recreos están en la voluntad de Dios y santifican cuando suceden al trabajo.

 

PLEGARIA DE SAN EFRÉN. - ¡Oh Madre llena de gracia! interceded por mí ante vuestro divino Hijo, y por vuestra intercesión aclarad mi entendimiento, abrazad mi corazón y desligad mi lengua, a fin de que yo pueda cantar vuestras alabanzas. Así sea.

 

RESOLUCIÓN. – No me permitiré jamás, ningún placer en medio del cual no desearía que la muerte viniera a sorprenderme.

 

JACULATORIA. – María, causa de nuestra alegría, rogad por nosotros.

 


DÍA DOCE (18/NOV)

La plegaria de la noche

CONSIDERACIÓN. – Cada noche hay, para aquel que ha llenado laboriosamente su día, una satisfacción bien legítima, al ver llegar, al fin, la hora del reposo. Mas, antes de entregarse al sueño, el cristiano desea santificar esas horas de la noche, haciéndolas preceder de una plegaria, en la cual da gracias a Dios, por los favores que ha recibido y solicita su protección todopoderosa.
Después, manteniéndose en su presencia, examina seriamente su conciencia y, como un negociante, que, cada noche, no deja de poner sus cuentas en orden, se pregunta si, desde el punto de vista de su salvación, hay pérdida o ganancia para él. Cuando ha reconocido sus faltas, se humilla por ellas delante de Dios, pidiéndole perdón y prometiéndole evitarlas en el porvenir. La muerte podría sorprenderle durante ese sueño, del cual es la imagen; él está sometido a la voluntad de Dios y de antemano, acepta la decisión tomada por el Soberano Maestro, sobre nuestros destinos.
María también, conoció la necesidad del reposo. Pero ¡con cuánta perfección lo ha santificado, ofreciéndolo a su Creador! Sus ojos se cerraban a la luz material, pero su corazón vivía unido al Señor, pues Ella cumplió su voluntad.
Imitemos a nuestra Madre y así, ni un solo instante de nuestra vida, aún de aquellos que consagramos al sueño, será perdido para la eternidad.
Hay, no obstante, hombres bastante insensatos que no consagran a Dios ni el comienzo ni el fin de cada día. Es a éstos, a quienes se dirigen las palabras de San Bernardo: “Cuando dais a un pobre mendigo un pedazo de pan, no abandona vuestra puerta sin daros las gracias. Y Dios os ha alimentado todo el día, no solamente a la noche sino también a la mañana y al mediodía y queréis acostaros sin haber agradecido a vuestro bienhechor.
Vuestro criado os desea buenas noches y le agradecéis y cuando se trata de Dios, que puede no solamente desearos sino acordaros una buena noche, no le hacéis un saludo ni un signo de gratitud.
¡Qué proceder extraño e inconcebible!

EJEMPLO. – San Alfonso de Ligorio, había tenido la felicidad de nacer de padres cristianos.
La piadosa madre no descuidaba nada, para cultivar en el corazón de sus hijos, el germen de la virtud.
Cada mañana y cada noche los reunía e inspiraba a sus tiernos corazones el amor a Dios y una tierna devoción a la Santa Virgen.
San Alfonso, todavía niño, mostraba gran afición hacia esos piadosos ejercicios.
Oía inmóvil, el curso de instrucción religiosa que daba su madre y luego, cuando llegaba el momento de la plegaria de la noche, su modestia, su recogimiento, su fervor, eran para todos, un motivo de grande edificación.

PLEGARIA DE SAN EFRÉN. - ¡Oh Santa Madre de Dios, protegednos, conservadnos bajo las alas de vuestra misericordia!
Toda nuestra confianza está en Vos.
¡Oh Virgen Inmaculada! nosotros os estamos consagrados y nos ponemos bajo vuestra protección para siempre. Así sea.

RESOLUCIÓN. – No omitiré jamás, la oración de la noche.

JACULATORIA. – Virgen poderosa, rogad por nosotros.

DÍA TRECE (19/NOV)

La autoridad de Dios, en los superiores

CONSIDERACIÓN. – Tenemos superiores que son, para nosotros, los representantes de la autoridad divina.
“Obedeced a los poderes establecidos por Dios para gobernar al mundo”, nos dice el Apóstol. Cuesta a nuestra naturaleza obedecer y someternos y algunas veces, sentimos una especie de rebelión, que debemos apresurarnos a combatir, como contraria al espíritu cristiano. Apliquémonos a ver a Dios mismo, en aquellos que están colocados por encima de nosotros, ya sea en el orden espiritual, como los ministros del Señor, en el orden civil, como las autoridades y magistrados o bien en la familia, como nuestros padres o nuestros patrones, si somos servidores.
Cuando la sumisión nos resulte penosa, pensemos que es meritoria a los ojos de Dios y que será recompensada por Él.
No pensemos sustraernos a las obligaciones de nuestro estado; nosotros tenemos, cada uno, un lugar destinado aquí abajo, y nuestra desgracia viene, muchas veces, de que, descontentos de nuestra suerte queremos ser lo que no somos y arrojar lejos, las penas y pruebas que el Señor nos envía.
La Santísima Virgen, nos da grandes ejemplos de obediencia, pues, toda su vida, Ella se muestra humilde y sumisa a sus superiores, cumple puntualmente las leyes de Dios, y los menores deseos de San José, para Ella son órdenes.
Preguntémonos constantemente si somos verdaderamente obedientes y respetuosos con nuestros superiores, si no hemos criticado alguna vez su conducta, fiscalizado sus órdenes.

EJEMPLO. – Santa Zita, estaba empleada en casa del Señor Pagana di Fatinelli.
En medio de las dificultades que allí encontró, el trabajo y la oración, eran sus dos grandes auxilios. Tenía constantemente ante los ojos, el pensamiento de la Santísima Virgen, viviendo en Nazaret y le pedía le concediera las virtudes que la habían hecho tan agradable a los ojos del Señor.
Se esforzaba en imitar la vigilante calma, que María ponía en las labores domésticas, que no la hacían perder jamás, la presencia de Dios. Como la Santa Virgen fue sumisa a José, Zita se esforzaba en ser sumisa, no sólo a sus patrones, sino a los últimos servidores de la casa, viendo siempre al Maestro supremo, en aquellos a quienes obedecía.
Nuestra joven sirvienta, severa sólo para consigo misma, estaba llena de dulzura para los demás y uno de sus biógrafos recuerda (grande e inocente elogio) que ella pasó cuarenta y ocho años de buenos servicios, sin querella en la familia de Pagana di Fatinelli.

PLEGARIA DE SAN ATANASIO. – Reina de los Ángeles y de los hombres, recibid nuestros homenajes, escuchad nuestras súplicas, obtenednos las gracias de Dios y sobre todo, la de amarlo en el tiempo y en la eternidad. Así sea.

RESOLUCIÓN. – Veré a Dios en mis superiores.

JACULATORIA. – Virgen digna de veneración, rogad por nosotros.

DÍA CATORCE (20/NOV)

Del amor al prójimo

CONSIDERACIÓN. – El Divino Maestro, nos dice, en el Evangelio, que el primer mandamiento es amar a Dios sobre todas las cosas y que el segundo, en todo semejante al primero, es amar al prójimo como a nosotros mismos, por el amor de Él.
María, nuestra Madre, no dejó nunca de practicar, con gran perfección, esta bella virtud de la caridad. Ella amaba al prójimo puesto que amaba a Dios; veía el prójimo en Él y más tarde, llevó este amor a la sublimidad, puesto que, al pie de la Cruz, aceptó la muerte de su divino Hijo, por la salvación del género humano.
No basta reconocer, de un modo general, que debemos amar a nuestros hermanos; es necesario, en la práctica, probarles ese amor y esto nos será más fácil, cuanto más nos dejamos guiar por la fe, porque de este modo, viendo, como veía la Santa Virgen, a Dios en nuestros hermanos, los amaremos a pesar de todos sus defectos y podremos triunfar de las antipatías y aversiones naturales que tantas veces perjudican la paz en las familias.
San Juan, llegado a una edad muy avanzada, se hacía llevar a la asamblea de los fieles y les repetía sin cesar: “mis pequeños hijos, amaos los unos a los otros”, resumiendo así, esta sublime doctrina de la caridad, de la cual fue el apóstol toda la vida.
Los primeros cristianos habían comprendido bien esto: estaban tan unidos los unos a los otros, que los paganos se admiraban de sus virtudes y decían: “¡Ved cómo se aman!” Sus bienes eran comunes y ponían en práctica este mandamiento del Salvador: “Amad a vuestro prójimo como a vosotros mismos”.

EJEMPLO. – En un invierno tan riguroso que mucha gente moría de frío, San Martín encontró en una de las puertas de la ciudad de Amiens, a un pobre harapiento. Movido a compasión, viendo que nadie había reparado en su miseria, pensó que Dios se lo había reservado particularmente para aliviarlo. Mas ¿qué podría hacer habiendo distribuido ya todo su dinero en obras de esta naturaleza y no teniendo más que una capa con la cual se hallaba cubierto?
Cortó en dos partes la capa con su espada y reservándose la más pequeña dio la otra al pobre, para revestirse.
la noche siguiente, cuando San Martín dormía, se le apareció Jesús, cubierto con esta parte de la capa y oyó estas palabras: “Aunque Martín no sea aún más que catecúmeno, me ha dado, sin embargo, este vestido”.
Recordando así, que es Él mismo, a quien nosotros vestimos o alimentamos en la persona del pobre.

PLEGARIA DE SAN BUENAVENTURA. – Pueda ¡oh María! arder siempre mi corazón y consumirse mi alma por Vos.
Jesús, mi Salvador y María, mi tierna Madre, acordadme, por vuestros méritos, amaros tanto como sois dignos. Así sea.

RESOLUCIÓN. – Asistiré a los pobres tanto como pueda y veré a nuestro Señor sufriendo, en ellos.

JACULATORIA. – Oh María, sin pecado concebida, rogad por nosotros que recurrimos a Vos.

DÍA QUINCE (21/NOV)

De la ayuda que debemos al prójimo

CONSIDERACIÓN. – La Santísima Virgen se nos aparece como un admirable tipo de bondad y caridad: Ella es la salvación de los desgraciados, salud de los enfermos, refugio de los pecadores; nosotros mezclamos su nombre a todos nuestros dolores; cuando sufrimos, vamos a Ella y cuando somos desgraciados, buscamos un asilo en su maternal protección, puesto que es compasiva y nos ama.
¡Si pudiéramos imitarla en las relaciones con nuestro prójimo! El género humano es una gran familia de la cual Dios es el Padre y basta que nos apartemos de ese punto del amor al prójimo sin preguntarnos de qué modo debemos probárselo.
El Divino Maestro se ha encargado de indicarnos el carácter especial:
“Vosotros lo amaréis –dice- como a vosotros mismos”. Es decir, que debemos amarle y procurarle, en cuanto podamos, el bien que deseamos para nuestra propia persona. Y sin embargo ¡ay! el egoísmo reina sobre la tierra y lo encontramos aún en los cristianos.
Se busca el interés propio, todo se refiere a uno mismo, sin inquietarse por los otros. Somos insensibles a las penas de los demás, sino no nos tocan personalmente.
Dios ha querido la desigualdad en las condiciones humanas. Hay entre nosotros ricos y pobres, todos hijos de Dios y hermanos en Nuestro Señor. Los que poseen bienes terrenales, deben ayudar a aquellos que están en la miseria. La limosna es un gran deber, que olvidamos demasiado fácilmente.
El ejercicio de la caridad, es siempre fácil a los verdaderos cristianos. “Si tenéis mucho, dad mucho; si tenéis poco, dad poco, porque es el corazón quien da precio a las cosas”, añade San Ambrosio. El Señor, recompensando esta bella virtud de la caridad, mirará menos el valor del don, que la pureza de la intención.
Que en todas las cosas, esta palabra de la Escritura: “Haz al prójimo lo que deseas que te sea hecho” sea la regla de nuestra conducta, para con nuestros semejantes.

EJEMPLO. – Cuando San Luis abandonó la Palestina para volver a Francia, se embarcó en una nave que chocó contra unas rocas, con tanta violencia, que perdió tres toesas de la quilla.
Se instó al Monarca a descender, para trasbordar.
San Luis, rehusó diciendo: “Estos que se hallan aquí aman tanto sus vidas, como yo amo la mía; si yo descendiera, ellos descenderían también y no encontrando un buque para recibirlos, quedarían expuestos a mil peligros. Me gustaría más, poner en manos de Dios mi vida, la de la reina y de mis hijos, que causar tan gran daño a tan valerosas personas.

PLEGARIA DE SAN GERMÁN. - ¡Oh María! tened piedad de mí. Vos, la Madre de mi Dios, que tenéis tanto amor para los humanos, concededme todo esto que te pido. Vos, que sois nuestra defensa y nuestra alegría, hacedme digo de gozar en vuestra presencia, de esa felicidad que gozáis en el cielo. Así sea.

RESOLUCIÓN. – No haré a mi prójimo, aquello que no desearía, me hiciesen a mí mismo.

JACULATORIA. – María, Auxilio de los cristianos, rogad por nosotros.

DÍA DIECISÉIS (22/NOV)

Relaciones con el prójimo

CONSIDERACIÓN. – María vivió llena de benevolencia para todos. Sus oídos, dice uno de sus historiadores, estaban sin cesar abiertos para oír el bien, pero su boca cerrada, salvo para alabar a Dios o para utilidad del prójimo.
¿No es esta consideración, una condenación notable de nuestra conducta, cuando revelamos sin necesidad las faltas o defectos del prójimo, o que lo acusamos de algo que no ha cometido?
Si un alma recta y verdadera, retrocede, espantada, ante la calumnia, no es así, desgraciadamente, de la maledicencia. No nos dominamos tampoco, nosotros mismos, que nos dejamos arrastrar muy fácilmente a hablar con ligereza del prójimo.
Si hemos sido contrariados en nuestros intentos o heridos en nuestro amor propio, por alguien, no nos venguemos tan pronto, con palabras picantes.
No le robaríamos una moneda y sin escrúpulos, trabajamos en robarle aquello que estima más que la plata o el oro: la estimación de sus semejantes.

EJEMPLO. – En el fondo del desierto de Tebaida, un joven anacoreta cayó enfermo. A pesar de sus sufrimientos, una dulce serenidad brillaba en su semblante.
-Hermano, pareces bien feliz, le dijo el superior.
-Lo soy, en efecto, dijo el enfermo.
-¿Me permites una reflexión?
-¡Oh! ¡padre mío, hablad!
-Muchas veces, en la muerte, el demonio se esconde bajo la cara de un ángel de luz y cubre de flores el pasaje a la eternidad; dime cuál es la razón de esa calma perfecta, de esa alegría que brilla en tus ojos, de esa felicidad inexplicable que te arrebata.
Nosotros estamos angustiados y temblamos.
-Padre mío, yo era muy joven, cuando leí en el Evangelio estas palabras sagradas: “No juzguéis y no seréis juzgados”. Las he meditado; nunca he juzgado, he aquí, por qué yo espero en la misericordia de mi Dios.
Expiró pronunciando estas palabras.
San Agustín, imitador de las virtudes de su digna madre que no sufría que se atacara al prójimo en su presencia, había hecho escribir en gruesas letras en la sala donde tomaba sus alimentos, esta sentencia:
“Si alguno gusta hablar mal de ausentes, que sepa que esta mesa le está prohibida”.
Un día, uno de sus amigos comenzó a hablar de los defectos del prójimo; él lo reprendió en seguida diciendo: “Borrad esas inscripción o levantaos de la mesa”.

PLEGARIA DE SAN AGUSTÍN. - ¡Oh María! no rehuséis vuestro socorro a los desgraciados; levantad el coraje de los débiles y consolad a aquellos que están afligidos; rogad por nosotros, a fin de que todos los que han recurrido a Vos en sus necesidades, sientan los efectos de vuestra protección todopoderosa. Así sea.

RESOLUCIÓN. – Seré afable en mis relaciones con el prójimo y no hablaré mal de nadie.

JACULATORIA. – María, Refugio de los pecadores, rogad por nosotros.

DÍA DIECISIETE (23/NOV)

De la aceptación de la voluntad de Dios

CONSIDERACIÓN. – El hombre, aquí abajo, rara vez está satisfecho de la posición social que ocupa. Si es pobre, desea ser rico; si tiene riquezas, desea poseer más aún. Pasa su existencia en vanos deseos; olvida que no ha sido creado para obtener tesoros pasajeros y gozar de ellos, sino para merecer, por sus trabajos, por sus luchas y victorias sobre sí mismo, las riquezas eternas, que no temerán ni la herrumbre ni a los gusanos.
Consideremos a María, nuestra Madre del Cielo. Hija de Reyes y llamada a ser un día Reina de los Ángeles y de los hombres, no busca las satisfacciones ni los goces.
Ella es pobre, si vida se pasa en el trabajo y en la privación y jamás se queja de la parte que le ha correspondido. Su alma es demasiado grande, su corazón demasiado noble, para desear bienes que no son más que polvo y ceniza. Eleva sus miradas más alto y no tiene en sus labios más que palabras de agradecimiento por los dones espirituales que ha recibido de Dios.
Imitémosla y sepamos considerarnos felices en el lugar donde la Divina Providencia nos ha colocado.

EJEMPLO. – San Francisco de Sales, debiendo consolar un gran dolor, decía: “No basta solamente aceptar que Dios nos golpee, sino consentir que sea en el punto que le plazca. En pérdidas temporales, que Dios toque o hiera donde quiera y sobre tal cuerda de nuestro laúd que elija, jamás no producirá sino una buena armonía. Señor Jesús, sin reserva, sin tanto, sin pero, sin excepción, sin limitación que vuestra voluntad se haga sobre padre, madre, hijo, en todo y por todo lugar. No digo que no sea necesario desear y rogar por nuestra conservación, pero no debe decirse a Dios: Dejad esto y tomad aquello”.

ORACIÓN DEL BIENAVENTURADO LUIS DE GRANADA. - ¡Oh Reina de misericordia, mi dulzura y mi vida! Elevo mis clamores a Vos, yo, pobre desterrado en este valle de lágrimas.
Socorredme en mis travesías, defendedme en los peligros, conducidme a la presencia de Jesucristo, que vive y reina por los siglos de los siglos. Así sea.

RESOLUCIÓN. – Veré la voluntad de Dios, en los diversos sucesos de la vida y aceptaré sin murmurar, el sitio donde me ha colocado.

JACULATORIA. – María, consuelo de los afligidos, rogad por nosotros.


DIA DIECIOCHO (24/NOV)

La Providencia no nos abandona jamás

CONSIDERACIÓN. – No basta aceptar el lugar social, en el cual gustó el Señor colocarnos; es necesario también evitar abandonarnos al descorazonamiento, cuando nos llega el sufrimiento y la prueba.
Dios es nuestro Creador y Padre; no solamente nos ha sacado Él de la nada, sino que vela por nosotros, durante los días de nuestro destierro, aquí abajo. ¿Por qué, pues, dejarnos llevar a la turbación e inquietud?
¿No hemos tenido pruebas de la bondad del Señor y podemos dudar de su amor?
Nosotros no conocemos el porvenir y ¿quién sabe si las cosas que deseamos con ardor, no serían una verdadera desgracia? Dejemos, pues, hacer al buen Dios, y abandonémonos completamente en sus manos.
Veamos cuál ha sido el proceder de la Santísima Virgen en los momentos de prueba, por los cuales quiso el Señor hacerla pasar. Ella ve a su Hijo bienamado, amenazado por el rey Herodes y llena de confianza en la bondad divina, toma con calma el camino a Egipto. Lo pierde en el templo, pero sin descorazonarse ruega al Señor que se lo devuelva. Así debemos proceder nosotros, recurriendo a Dios por la oración y no dejándonos llevar jamás a la desesperación.
“Poned vuestra confianza en el Señor, dice San Agustín, y abandonaos enteramente a la Providencia, ella no cesa de protegeros”.

EJEMPLO. – San Vicente de Paúl mostraba, en la dulzura de sus palabras y la severidad de su rostro, que se hallaba preparado siempre para los diversos accidentes de la vida. No olvidaba su gran máxima: “Nada sucede en el mundo, más que por orden de la divina Providencia”.
Se había arrojado en sus brazos y abandonado enteramente.
Un obispo, admirándose de que nada era suficiente para turbarlo nunca, decía:
-“El señor Vicente es siempre el señor Vicente”.
El santo, sabiendo que se quería suscitar procesos para apoderarse de los bienes de muchas de sus casas, tenía la costumbre de responder a los que le hablaban de los medios empleados para conseguir despojarle: “No me ocurrirá sino lo que plazca al Señor. Él, es el amo de todos mis bienes, que Él disponga de ellos como guste”.

ORACIÓN DE SAN PEDRO DAMIÁN. - ¡Oh Santa Virgen, Madre abnegada! Dios Todopoderoso, os ha hecho la depositaria de su poder y de sus gracias; derramad sobre nosotros la abundancia; todo es posible, puesto que intercedéis por nosotros. Más sois poderosa, más sois misericordiosa. Así sea.

RESOLUCIÓN. – Me abandonaré a la voluntad de Dios y reposaré, en Él, del cuidado de mi porvenir.

JACULATORIA. – María, Virgen clemente, rogad por nosotros.

DIA DIECIOCHO (24/NOV)

 

La Providencia no nos abandona jamás

 

CONSIDERACIÓN. – No basta aceptar el lugar social, en el cual gustó el Señor colocarnos; es necesario también evitar abandonarnos al descorazonamiento, cuando nos llega el sufrimiento y la prueba.

Dios es nuestro Creador y Padre; no solamente nos ha sacado Él de la nada, sino que vela por nosotros, durante los días de nuestro destierro, aquí abajo. ¿Por qué, pues, dejarnos llevar a la turbación e inquietud?

¿No hemos tenido pruebas de la bondad del Señor y podemos dudar de su amor?

Nosotros no conocemos el porvenir y ¿quién sabe si las cosas que deseamos con ardor, no serían una verdadera desgracia? Dejemos, pues, hacer al buen Dios, y abandonémonos completamente en sus manos.

Veamos cuál ha sido el proceder de la Santísima Virgen en los momentos de prueba, por los cuales quiso el Señor hacerla pasar. Ella ve a su Hijo bienamado, amenazado por el rey Herodes y llena de confianza en la bondad divina, toma con calma el camino a Egipto. Lo pierde en el templo, pero sin descorazonarse ruega al Señor que se lo devuelva. Así debemos proceder nosotros, recurriendo a Dios por la oración y no dejándonos llevar jamás a la desesperación.

“Poned vuestra confianza en el Señor, dice San Agustín, y abandonaos enteramente a la Providencia, ella no cesa de protegeros”.

 

EJEMPLO. – San Vicente de Paúl mostraba, en la dulzura de sus palabras y la severidad de su rostro, que se hallaba preparado siempre para los diversos accidentes de la vida. No olvidaba su gran máxima: “Nada sucede en el mundo, más que por orden de la divina Providencia”.

Se había arrojado en sus brazos y abandonado enteramente.

Un obispo, admirándose de que nada era suficiente para turbarlo nunca, decía:

-“El señor Vicente es siempre el señor Vicente”.

El santo, sabiendo que se quería suscitar procesos para apoderarse de los bienes de muchas de sus casas, tenía la costumbre de responder a los que le hablaban de los medios empleados para conseguir despojarle: “No me ocurrirá sino lo que plazca al Señor. Él, es el amo de todos mis bienes, que Él disponga de ellos como guste”.

 

ORACIÓN DE SAN PEDRO DAMIÁN. - ¡Oh Santa Virgen, Madre abnegada! Dios Todopoderoso, os ha hecho la depositaria de su poder y de sus gracias; derramad sobre nosotros la abundancia; todo es posible, puesto que intercedéis por nosotros. Más sois poderosa, más sois misericordiosa. Así sea.

 

RESOLUCIÓN. – Me abandonaré a la voluntad de Dios y reposaré, en Él, del cuidado de mi porvenir.

 

JACULATORIA. – María, Virgen clemente, rogad por nosotros.

 

DÍA VEINTE (26/NOV)

 

De la confesión

 

CONSIDERACIÓN. – Cuando se ha tenido la desgracia de ofender a Dios, no se está absolutamente, condenado sin remedio. Mientras tengamos un soplo de vida, nos es posible obtener el perdón por la confesión humilde de nuestras faltas, un arrepentimiento sincero de haberlas cometido y la firme resolución de no recaer en ellas; porque si hay, en el umbral de la otra vida, el temible tribunal donde sede la justicia misma, tenemos otro, aquí abajo, presidido por la misericordia y María, refugio de los pecadores, parece conducir Ella misma a sus hijos culpables a los pies del sacerdote, que ha recibido del Divino Maestro el poder de absolvernos.

La confesión es, en efecto, un verdadero juicio. Nos acusamos nosotros mismos al Ministro del Señor. Si nuestras disposiciones son suficientes, de parte de Dios, él nos absuelve y por los méritos de la preciosa sangre  del Salvador, nuestra alma encuentra la pureza que había perdido.

¿Por que, pues, todos los hombres no comprenden nada la inmensa gracia que se nos ha acordado por el sacramento de la penitencia? ¿De dónde puede venir la repulsión y el miedo que tantos pecadores experimentan, cuando les sería tan ventajoso aproximarse al confesionario, sino de los esfuerzos del demonio, de ese enemigo de todo bien, que quiere impedir a esas almas culpables escapársele? Y sin embargo ¡qué paz, qué calma, se extienden en ellas después de una buena confesión!

 

EJEMPLO. – Escuchemos a un oficial del ejército de Luis XV, quien, tocado por la gracia, oyendo al célebre Padre Bridaine, predicar durante una misión, resolvió convertirse. Se confesó con el más sincero arrepentimiento. Le parecía, saliendo del confesionario, que había sacado de sobre su corazón, un peso insoportable.

Lloraba de alegría: “Yo, no he gustado en mi vida, decía, de un placer tan puro, tan dulce, que aquel que pruebo desde que he entrado en gracia de mi Dios. No creo que nuestro rey pueda ser más feliz que yo, no, en todo el resplandor que rodea su trono, en medio de todos los placeres que lo rodean, él no está tan contento ni tan gozoso como yo lo estoy, después que he dejado el horrible fardo de mis pecados.

No cambiaría mi suerte por todos los placeres, el fausto, las riquezas, de todos los monarcas del mundo”.

 

PLEGARIA DE SANTO TOMÁS DE AQUINO. - ¡Oh Madre mía! Vos, la Abogada de los pecadores, venid en mi auxilio, defendedme de los malignos espíritus y como la gloriosa pasión de vuestro Hijo bendito y vuestra propia intercesión me han dado la esperanza, obtenedme el perdón de mis pecados y la gracia de morir en vuestro amor y en el de Jesús. Conducidme también por el camino de la salvación y de la felicidad eterna. Así sea.

 

RESOLUCIÓN. – Me confesaré la víspera de las grandes fiestas de la Iglesia y para ello me prepararé con gran cuidado.

 

JACULATORIA. – Virgen clemente, rogad por nosotros.

 

DÍA VEINTIUNO (27/NOV)

De la expiación

CONSIDERACIÓN. – El sacramento de la penitencia, borra nuestros pecados, pero no nos perdona enteramente la falta en que hemos incurrido al cometerlos. La penitencia que el sacerdote nos impone, no nos hace cumplir sino una débil parte de nuestra deuda hacia la justicia divina. Es necesario que expiemos nuestras iniquidades. Nuestra vida no es más que una sucesión de penas de todo género.
Unas veces, el sufrimiento físico nos oprime y quiebra; otras, el dolor nos hiere en lo que más amamos.
Toda nuestra existencia, puede compararse a una penosa y peligrosa travesía sobre un mar agitado.
Tenemos también, además de esos grandes dolores, el soportar con paciencia las penas y fatigas cotidianas; ese trabajo que a veces nos pesa y nos cuesta; esos fastidios, esas contrariedades, esas decepciones que no podemos evitar.
Para el alma que no sabe elevarse hacia Dios, todo esto, está perdido; no recoge ningún fruto y no sufre menos. No seamos tan insensatos para proceder en esta forma. Consideremos a la Santísima Virgen: Ella no había pecado absolutamente y sin embargo, su vida transcurrió en el sufrimiento y la prueba. Siempre se mostró dulce y resignada, aceptando la voluntad de Dios, sin reproche.
A ejemplo de nuestra Madre del Cielo, sirvámonos de lo que es penoso a nuestra naturaleza, para adquirir una felicidad que nos hará pronto olvidar nuestras penas y que durará eternamente.

EJEMPLO. – Santa Margarita, reina de Escocia, era todavía muy niña, cuando su hermana mayor le explicó que el crucifijo es la imagen de Jesús, muerto por los hombres, en medio de los suplicios de la cruz.
La niña, emocionada por estas palabras, exclamó en un santo transporte: “Mi adorable Salvador, desde este momento, yo deseo perteneceros, toda entera”.
En efecto, la meditación de los sufrimientos de Jesús fue, en adelante, la única ocupación de su corazón, el alimento y sostén de su piedad que iba siempre aumentando. De Jesús crucificado sacó esa paciencia y dulzura que ganaron el corazón del rey Malcolm, su esposo. Naturalmente irascible y colérico, este príncipe se volvió afable y virtuoso, gracias a la feliz influencia de Margarita.
La santa reina de Escocia consagró su vida entera a obras de misericordia. Estaba ya próxima a entregar su alma a Dios, cuando le llevaron la noticia de la muerte del rey, ocurrida en la guerra. Besó entonces el crucifijo que tenía en sus manos y aceptando esa dura prueba con admirable resignación, la ofreció al Señor en expiación de sus faltas; después se durmió en el Señor, con la calma y la paz que da la conformidad a la voluntad de Dios.

PLEGARIA DE SAN BUENAVENTURA. - ¡Oh mi Soberana, que habéis recibido tan crueles heridas sobre el Calvario! herid nuestros corazones, renovad en nosotros vuestra dolorosa pasión y la de vuestro divino Hijo, unid nuestros corazones a vuestro Corazón herido, a fin de que participen de las mismas heridas. Así sea.

RESOLUCIÓN. – Ofreceré al buen Dios los sufrimientos y molestias de cada día, en expiación de mis faltas.

JACULATORIA. – María, salud de los enfermos, rogad por nosotros.


DÍA VEINTIDÓS (28/NOV)

Reconocimiento a Dios

CONSIDERACIÓN. – Los días tristes y penosos son, sin duda, los más numerosos en la vida del hombre; sin embargo, Dios le dispensa algunos consuelos y alegrías, en medio de sus penas.
Preguntémonos, si tenemos, por los bienes que nos da, un reconocimiento suficiente.
Vamos a Él con fervor, cuando somos desgraciados, cuando la muerte amenaza a alguien que amamos, pero si oye nuestra súplica, ¿la acción de gracias se eleva en seguida de nuestro corazón? En una palabra, ¿somos agradecidos?
La Santísima Virgen es aquí otra vez nuestro modelo y la Escritura santa nos ha conservado el sublime canto del Magníficat, que nosotros todos, que somos sus hijos, debemos gustar repetir después de Ella.
¡Oh! ¡sí! ¡que nuestra alma glorifique al Señor puesto que su misericordia hacia nosotros ha sido grande!
¡Que la expresión de nuestra gratitud sea como el arranque de un corazón que se eleva sobre las cosas pasajeras no mirándolas sino con los ojos de la fe!

EJEMPLO. – Se cuenta que los japoneses, cuando se les instruía con el Evangelio, de las grandezas, hermosuras, amabilidades infinitas de Dios, sobre todo cuando se les enseñaba los grandes misterios de la religión, todo lo que ha hecho Dios por los hombres; un Dios naciendo, sufriendo, muriendo por salvarlos: ¡Oh! ¡qué grande es! exclamaban en sus dulces transportes, ¡es bueno y amable el Dios de los cristianos! Cuando, en seguida, se les añadía que había un mandamiento especial de amar a Dios y amenazas si no se le ama, se sorprendían y no podían volver de su asombro. ¡Y qué! decían ¡que! A hombres razonables ¿un precepto de amar a Dios que nos ha amado tanto y a quien debemos todo? ¿Y no es, acaso, la más grande felicidad amarlo y la peor desgracia no amarlo? Pero cuando llegaban a saber que había cristianos que no sólo no amaban a Dios sino que lo ofendían y ultrajaban, exclamaban con indignación: ¡Oh pueblo injusto, oh corazones ingratos, bárbaros! ¿Es posible que los cristianos sean capaces de estos horrores? ¿Y en qué tierra maldita habitan esos hombres sin corazón y sin sentimientos?
Merecemos mucho estos justos reproches y un día, esos pueblos alejados de nosotros, esas naciones extranjeras, llamadas en testimonio contra nosotros, nos acusarán y condenarán delante de Dios.

PLEGARIA DE SANTO TOMÁS DE AQUINO. - Haced, oh Reina del Cielo, que yo lleve siempre en el alma el temor y el amor de vuestro dulce Hijo y que le rinda sin cesar, fervientes acciones de gracias por los grandes beneficios que me han sido acordados, no por mis méritos sino por su bondad infinita. Así sea.

RESOLUCIÓN. – Cada noche, agradeceré a Dios los beneficios recibidos durante el día; si Él me ha enviado alguna pena, la aceptaré con resignación.

JACULATORIA. – María, Espejo de Justicia, rogad por nosotros.

DÍA VEINTITRÉS (29/NOV)

 

Jesús entre nosotros

 

CONSIDERACIÓN. – La Santísima Virgen tenía la felicidad de vivir aquí abajo, en la dulce sociedad de Jesús, y se consideraba bien feliz de poder recoger cada una de sus palabras.

Si no nos es dado verlo, como Ella, con los ojos del cuerpo, la fe nos muestra al divino Maestro viviendo y habitando en medio de nosotros; pues, como Él ha dicho a sus apóstoles, no nos ha dejado, absolutamente, huérfanos, al ascender a los cielos, sino que ha quedado entre los hombres, escondiéndose bajo los velos eucarísticos. Él reside, no sólo en las magníficas catedrales del mundo católico, sino hasta en las más pobres iglesias de nuestras aldeas. El tabernáculo es la humilde morada que ha escogido aquí abajo. Día y noche está pronto a oír, a escuchar nuestras súplicas y nosotros pensamos apenas acercarnos a adorarle y exponerle nuestros pedidos y necesidades.

Encontraríamos junto a Jesús tan bueno y tan poderoso, la fuerza para soportar las pruebas de la vida, el ánimo para triunfar de nuestras pasiones y tentaciones diarias.

Vayamos, pues, seguido al pie del altar. Nuestro Maestro es el mejor y el más tierno de los amigos. Él quiere que le hablemos con una confianza verdaderamente filial.

Jamás rechaza a sus hijos, aun cuando éstos sean culpables, y no pide más que una cosa: que se conviertan y vuelvan a Él.

 

EJEMPLO. – El santo cura de Ars, gustaba contar el buen ejemplo que daba un paisano, quien, dejando a las puertas de la iglesia sus instrumentos de trabajo, a la tarde, al volver del campo, pasaba largas horas en presencia del Tabernáculo.

-¿Qué dices al Señor en todo ese tiempo? -le preguntó un día.

-No le digo nada, respondió el paisano, yo lo veo y Él me ve.

Bella y sublime respuesta, aun más tocante en el lenguaje de ese simple cristiano.

¡Yo lo advierto y Él me advierte!

Había, añade el señor abate de Vianney, en la mirada que iba y venía del corazón del servidor al Corazón del Maestro, un cambio de inefables sentimientos. Ver a Dios y ser visto por Él, es ya la eternidad, es la corona, es la patria!...

 

PLEGARIA DE SAN BUENAVENTURA. - ¡Oh María! Virgen de una dulzura inalterable, más dulce que la miel y que la luz más suave, paloma purísima, jamás un mínimo de hiel hubo en vuestro corazón. Madre de benignidad, rechazad lejos de nosotros, os lo suplicamos, todo aquello que pueda imprimir una mancha en nuestra conciencia.

 

RESOLUCIÓN. – Recurriré a Dios en las dificultades que encontrare.

 

JACULATORIA. – Madre amable, rogad por nosotros.

DÍA VEINTICUATRO (30/NOV)

 

La Santa Comunión

 

CONSIDERACIÓN. – Si el cuerpo humano necesita, para sostenerse, alimentos materiales, es necesario también al alma, un alimento que la conserve y le dé fuerzas.

Nuestro divino Maestro no se ha limitado a habitar en medio de nosotros en el Santísimo Sacramento del altar; ha dicho a sus Apóstoles que era el Pan de vida bajado del Cielo y que aquél que lo comiere viviría eternamente. Y sin embargo, un gran número de cristianos se mantienen alejados de la santa Mesa no acercándose más que cuando los preceptos de la Iglesia los obligan bajo pena de pecado. Aquel que se privara durante largas horas de tomar alimento, caería desfallecido y terminaría por morir; del mismo modo, el alma que no se fortifica por la recepción de la Santa Comunión, queda sin energía frente a la tentación y a la prueba y cae en las faltas más graves.

Los discípulos del Salvador, en los primeros tiempos de la Iglesia, cuando la persecución reinaba con furor, salvaban todos los obstáculos para llegar a recibir el Pan de los Fuertes.

Así se volvían invencibles y sabían aceptar la muerte antes que renegar su fe.

¡Cuál no sería el gozo de María, cuando, después de la Ascensión del Salvador, San Juan depositaba cada día sobre sus labios la Hostia santa! ¡Pudiéramos imitarla y por la santidad de nuestra vida, hacernos dignos de aproximarnos frecuentemente, al sacramento de la Eucaristía!

 

EJEMPLO. – Cuando San Francisco de Sales hacía sus estudios, se confesaba y comulgaba cada ocho días, y cuando se le preguntaba por qué: “Es, decía, por la misma razón que me hace hablar frecuentemente a mi profesor. Nuestro Señor ¿no es acaso mi Maestro en la ciencia de los santos? Acudo seguido a Él, a fin de que me enseñe, porque no e preocuparía medianamente  de ser sabio, si no me volviera santo”.

Más tarde, el santo Obispo de Ginebra escribía: “Por una experiencia de veintitrés años consagrados al ministerio de las almas, puedo comprender la eficacia del sacramento de la Eucaristía: Fortifica el alma para el bien, le inspira el alejamiento del mal, la consuela, la eleva, en una palabra, la deifica, por así decirlo, con la condición de que se lo reciba con fe viva y corazón recogido.

 

PLEGARIA DE SAN BERNARDO. - ¡Oh María! ¡Que podamos nosotros por vuestra gracia, acercarnos a vuestro divino Hijo! Pueda Él, que se ha dado a nosotros por Vos, recibirnos también por Vos. Sois nuestra Reina y Mediadora, recomendadnos pues y presentadnos a Él. Así sea.

 

RESOLUCIÓN. – Pondré todo cuidado en prepararme para la comunión y rogaré a María, me comunique sus disposiciones.

 

JACULATORIA. – María, Casa de Oro, rogad por nosotros.

 

DÍA VEINTICINCO (1/DIC)

La Iglesia

CONSIDERACIÓN. – Nuestro Señor ha descendido a la tierra no solamente para salvar a la humanidad con sus sufrimientos y muerte, sino también para fundar la Iglesia, esa sociedad de fieles que hacen profesión de una misma fe. Dio las direcciones a San Pedro, a los apóstoles y a sus sucesores.
Nosotros tenemos la felicidad de haber nacido en su seno. Nuestros sacerdotes, nuestros Obispos y nuestro muy Santo Padre el Papa, son, aquí abajo, los representantes de Jesús y los continuadores de su obra. Nosotros les debemos un gran respeto y una entera sumisión.
La Iglesia es una familia de la cual Jesús es el jefe y nosotros los miembros. El verdadero cristiano ama a la Iglesia; su corazón se entristece cuando es perseguida por los malvados y sus sacerdotes calumniados.
El cristiano sabe que el Sacerdote es amigo del desgraciado, socorro del pecador y lo rodea de toda clase de respetos.
La Santísima Virgen amaba a la Iglesia. En los años que siguieron a la Ascensión de su Divino Hijo, San Pedro y los otros apóstoles, continuamente le pedían consejos y solicitaban sus plegarias. Pidámosle que sea siempre la protectora de los cristianos y obtenga de su Divino Hijo, el triunfo de la Iglesia.

EJEMPLOS. – Sobre todo en las épocas en que la Iglesia es perseguida, la fe de los fieles y su consagración, deben manifestarse por sus obras.
En los primeros siglos del cristianismo vemos a hombres venerables como Pudente, príncipe del senado romano; a mujeres de alta posición como Priscila, su esposa, emplear su oro y su celo en la propagación de la fe.
Cuando fueron muertos, dos jóvenes, sus hijas, las jóvenes Pudenciana y Práxedes, vendieron sus villas y pusieron el importe con todos sus demás bienes a la disposición de San Pedro, para la propagación de la fe, alivio de los pobres y servicio de la Iglesia, mientras que ellas se retiraban a una humilde buhardilla, para llevar una vida toda de caridad y plegarias.
Así, en nuestro siglo mismo hemos visto a valerosos jóvenes, dejar, al primer llamado, a sus familias y sus países para ir a derramar su sangre por la defensa de la Iglesia, alentados en este supremo sacrificio, por madres verdaderamente cristianas. Una de ellas, al enterarse de la pérdida de su hijo único, muerto en Monte Libretti, llevó su heroísmo al punto de lamentar no tener un segundo hijo que pudiera reemplazar, en el ejército de la Santa Sede, a aquel que acababa de perecer gloriosamente.
Citamos aún la consagración de esa pobre sirvienta, quien, llevando a un ministro del Señor sus ganancias de un año, para ser enviadas al Santo Padre, despojado por los enemigos de la Iglesia, dijo simplemente:
-¿Los hijos no deben, acaso, ayudar a su Padre?

PLEGARIA DE SAN GERMÁN. – Acordaos de vuestros servidores, Virgen santa, inspirad sus plegarias, conservadles la fe, llamad los pueblos a la unidad de la Iglesia; haced que reine la paz en el mundo, libradnos de los peligros que nos rodean y obtenednos un día la recompensa eterna. Así sea.

RESOLUCIÓN. – Rezaré cada día por el triunfo de la Iglesia.

JACULATORIA. – María, Torre de David, rogad por nosotros.

 

DÍA VEINTISÉIS (2/DIC)

Santificación del Domingo

CONSIDERACIÓN. – Dios nos ha ordenado consagrarle un día de cada semana y entregarnos al reposo, en memoria de Aquél que ha querido tomarlo, después de haber cumplido la obra de la Creación.
La Escritura Santa nos habla de la severidad con la cual los judíos guardaban el sábado, equivalente a nuestro domingo.
La Sagrada Familia fue en esto también un modelo de perfección cumplida.
¡Ay! en nuestra época, esta ley tan sabia, que tiene por objeto no solamente hacernos glorificar a Dios, sino también obligarnos a tomar un reposo necesario al cuerpo después de seis días de trabajo, es a menudo violada, aún entre los cristianos.
Si nos abstenemos de trabajar ¿hacemos del verdaderamente del domingo un día de plegarias? ¿Asistimos siempre a Misa o a los oficios religiosos?
Sin duda, Dios nos permite algunas honestas diversiones, pero a condición de que no se vuelvan las únicas ocupaciones de un día que es el suyo: Nos quejamos durante la semana de no tener tiempo para pensar en las cosas de Dios, salvo para cumplir los actos de la mañana, oraciones de la noche, etc. Que al menos el domingo sea empleado en una sola ocupación: la ocupación esencial para nosotros: la de nuestra salvación.

EJEMPLO. – Diocleciano había prohibido a los cristianos, bajo pena de muerte, asistir los domingos a los oficios divinos. No obstante, San Saturnino, Santa Victoria y muchos otros santos de África, no se dejaron atemorizar con estas amenazas.
Cuando se apoderaron de sus personas, los torturaron, los desgarraron, pero en medio de estos suplicios declararon con firmeza que la asistencia a los oficios del domingo era un deber indispensable y que quien lo descuidase, se hacía culpable de un crimen enorme.
En cuanto a nosotros, hagamos lo posible por cumplirlos. Jamás faltemos a las asambleas religiosas. Seamos fieles al precepto divino. ¡Deba nuestra fidelidad costarnos la vida!
Estos santos murieron en prisión, de las heridas recibidas, el año 304.

PLEGARIA DE SANTO TOMÁS DE AQUINO. - ¡Oh Bienaventurada y dulcísima Virgen María, Madre de Dios, Reina de los Ángeles, he aquí que yo me acojo en el seno de vuestra bondad, recomendándoos este día y todos los días de mi vida, mi cuerpo, mi alma, todas mis acciones, mis pensamientos, mis deseos, toda mi vida y el fin de mis días, a fin de que, por vuestra intercesión, ellos tiendan todos al bien, según la voluntad de Nuestro Señor Jesucristo. Así sea.

RESOLUCIÓN. – Santificaré el domingo asistiendo a los oficios y jamás bajo ningún pretexto me entregaré al trabajo.

JACULATORIA. – Oh María, vaso insigne de devoción, rogad por nosotros.

DÍA VEINTISIETE (3/DIC)

Reforma de sí mismo

CONSIDERACIÓN. – La Santísima Virgen hacía cada día, grandes progresos en su virtud, de suerte que, cuando llegó al término de su existencia aquí abajo, era rica en méritos para el cielo.
Así debemos nosotros proceder.
Todos tenemos defectos que corregir, venimos al mundo con malas inclinaciones consecuencias del pecado original.
Alguno, es naturalmente vivo y colérico; otro, inclinado al descuido y pereza; aquél, se somete difícilmente a sus superiores; aquel otro, se siente inclinado a la malevolencia y envidia. Es necesario combatir resueltamente estos defectos y esforzarnos en reemplazar cada uno de ellos por la virtud opuesta. Hay algunos que se asustan, viéndose malos y que dicen: “Jamás podré corregirme y hacerme bueno”. Esto es un error enojoso, puesto que no estamos abandonados a nosotros mismos; Dios nos ha prometido su gracia para ayudarnos a conseguir nuestra salvación. Su gracia es todopoderosa y con su auxilio, los santos han llegado a tan grande perfección; ellos no valían más que nosotros, tenían sus defectos y a fuerza de luchar contra ellos mismos, se han hecho imitadores de Nuestro Señor Jesucristo.

EJEMPLO. – San Francisco de Sales, por naturaleza violento e irritable, llegó, a fuerza de combates, de esfuerzos perseverantes, a una dulzura inalterable. Sentía algunas veces las primeras efervescencias de la cólera, pero ni el menor signo aparecía al exterior. A las palabras desagradables, hasta injuriosas, que se le dirigían, respondía con caridad y afabilidad, dándonos así un gran ejemplo de lo que puede una voluntad enérgica, ayudada por la gracia todopoderosa del Señor.

PLEGARIA DE SAN EPIFANIO. – Socorredme, oh Madre de Dios, oh Madre de Misericordia, durante el curso de mi vida, alejad de mí los ataques de mis enemigos; en el momento de mi muerte, ponedme en el número de los santos y hacedme entrar en la gloria de vuestro Hijo. Así sea.

RESOLUCIÓN. – Combatiré el defecto por el cual estoy más dominado.

JACULATORIA. – Madre amable, rogad por nosotros.

DÍA VEINTIOCHO (4/DIC)

Perdón de las injurias

CONSIDERACIÓN. – Nuestro Señor Jesucristo iba a morir en la cruz, sufría horribles torturas; sus manos y pies se hallaban perforados por los clavos de la crucifixión; veía a María, su santa Madre, en pie, ante la cruz, sumergida en el más profundo dolor; sus enemigos le injuriaban y se regocijaban de su suplicio. Acaba de prometer el Paraíso al buen Ladrón, escuchémosle ahora dirigir al Cielo sus más ardientes súplicas: “Padre mío, perdónalos, exclama, porque no saben lo que hacen”. ¡Qué lección para nosotros que somos sus discípulos y sus hijos! Encontramos en el curso de nuestra vida, a personas que no nos quieren, que nos desean el mal y que nos lo hacen realmente; la naturaleza sufrirá, el pensamiento de vengarnos por nuestros actos o palabras nos vendrá, puede ser, a la mente; pero, somos cristianos y debemos perdonar, más aun, amar a nuestros enemigos. Volvamos los ojos al crucifijo: Jesús es nuestro modelo. Él ha hecho más que perdonar a sus enemigos, ha rogado por ellos y María ha llevado su heroísmo hasta perdonar, Ella también, a los verdugos de su divino Hijo.

EJEMPLO. – Un pobre negro, que había abrazado el cristianismo, ganó por comportamiento, la gracia y confianza de su amo.
Un día que éste deseaba comprar una veintena de esclavos, se dirigió al mercado con su fiel Tom y le ordenó elegir buenos obreros. Con gran sorpresa del plantador, Tom le presentó un anciano inútil, que el amo no aceptó sino de obsequio. Cuando llegaron a las plantaciones, el buen negro no cesó de prodigar al anciano los más tiernos cuidados. Lo alojó en su cabaña y lo hizo comer con él. Si tenía frío, Tom lo conducía al sol, si se quejaba del calor, lo hacía sentar a la sombra de los cocoteros. Sorprendido de este apego, el amo deseó conocer la causa.
-¿Es tu padre?, le preguntó.
-No, amo; no es mi padre.
-¿Es algún hermano mayor que tú?
-No, no es un hermano mío.
¿Es algún tío u otro de tus parientes? porque no es posible que cobres tan gran amistad hacia un hombre completamente extraño.
-No, mi amo; no es pariente mío ni siquiera amigo.
-Explícame, pues, por qué le prodigas tantas consideraciones.
-¡Es mi enemigo!, respondió el esclavo; él me ha vendido a los blancos en las costas de África, pero no puedo odiarlo, porque el Padre misionero me ha dicho: “Si tu enemigo tiene hambre, dale de comer; si tiene sed, dale de beber”.

PLEGARIA DE SAN BUENAVENTURA. – Nosotros dirigimos hacia Vos, oh María, suspiros llenos de fervor y Os suplicamos con tierno amor: destruid todo el mal que nuestros pensamientos perversos hayan podido producir. Así sea.

RESOLUCIÓN. – Perdonaré gustoso a los que me han perjudicado y les prestaré servicios cuando llegare la ocasión.

JACULATORIA. – María, Trono de Sabiduría, rogad por nosotros.

DÍA VEINTINUEVE (5/DIC)

La muerte

CONSIDERACIÓN. – Jesús es el autor de la vida y por redimir nuestras faltas, por resucitarnos a la gracia que habíamos perdido por le pecado, ha querido pasar por la muerte y por el sepulcro.
La Santísima Virgen, su Madre, ha seguido también la ley común y para cada uno de nosotros llegará el momento en que Dios permitirá a la muerte llamarnos; no obstante, no pensamos en ello. “Insensato, nos dice el autor de La Imitación, ¿por qué pensar vivir mucho, cuando no tenéis ni un día seguro? ¡Cuántos han sido equivocados y súbitamente arrancados de la vida! ¡Cuántas veces habéis oído decir: Este hombre ha sido muerto con una espada; ese otro, se ha ahogado; aquél se ha roto la cabeza cayéndose; aquel otro, murió comiendo; otro, jugando; tal, ha perecido por el fuego; tal, por un arma; uno, por la peste; otro, en manos de ladrones! El fin de todos es la muerte y la vida del hombre pasa tan rápida como una sombra”.
La muerte es el castigo del pecado; pero, para el cristiano que ha vivido bien, es el comienzo de la vida. Todos nuestros esfuerzos deben, pues, tender a prepararnos para ese paso del tiempo a la eternidad. Debemos siempre estar dispuestos, porque ignoramos el momento en que Dios nos llamará a su juicio; si lo hemos amado y servido ¿qué podemos temer de Él?
El más hermoso día de la vida de la Santísima Virgen fue el de su muerte, porque la reunió con su Hijo para la eternidad y los santos suspiraban por ese trance, que llamaban su liberación.

EJEMPLO. – Como le preguntaran un día, a un santo, cuál era el mejor medio de preparación para la muerte, él respondió: “Pensad cada mañana, que es ese vuestro último día y cada noche, que podéis morir antes de que ésta termine; vos no pecaréis jamás”.
Así, debemos prepararnos a morir cristianamente y no ser sorprendidos por el llamado de Dios.
Los últimos momentos de los que han servido al Señor, no tienen, por lo demás, nada de espantoso.
Suárez, religioso de la Compañía de Jesús, decía, cuando estaba por expirar: “No sabía que fuera tan dulce, morir”.
Pudiéramos nosotros, en esta hora suprema, exclamar como San Luis muriendo: “Señor, entraré en vuestra casa. os adoraré en vuestro templo, glorificaré vuestro santo nombre”.

PLEGARIA DE SAN BUENAVENTURA. – Virgen santa, cuando mi alma salga de mi cuerpo, dignaos venir a su encuentro para recibirla, os lo suplico por la gloria de vuestro santo Nombre ¡oh María! no le rehuséis entonces la gracia de sostenerla con vuestra dulce presencia; sed su escala y su vía para subir al Cielo. Así sea.

RESOLUCIÓN. – Ejecutaré cada una de mis acciones, como si debiera morir al punto.

JACULATORIA. - ¡Oh María! protectora de la buena muerte, rogad por nosotros.

DÍA VEINTINUEVE (5/DIC)

La muerte

CONSIDERACIÓN. – Jesús es el autor de la vida y por redimir nuestras faltas, por resucitarnos a la gracia que habíamos perdido por le pecado, ha querido pasar por la muerte y por el sepulcro.
La Santísima Virgen, su Madre, ha seguido también la ley común y para cada uno de nosotros llegará el momento en que Dios permitirá a la muerte llamarnos; no obstante, no pensamos en ello. “Insensato, nos dice el autor de La Imitación, ¿por qué pensar vivir mucho, cuando no tenéis ni un día seguro? ¡Cuántos han sido equivocados y súbitamente arrancados de la vida! ¡Cuántas veces habéis oído decir: Este hombre ha sido muerto con una espada; ese otro, se ha ahogado; aquél se ha roto la cabeza cayéndose; aquel otro, murió comiendo; otro, jugando; tal, ha perecido por el fuego; tal, por un arma; uno, por la peste; otro, en manos de ladrones! El fin de todos es la muerte y la vida del hombre pasa tan rápida como una sombra”.
La muerte es el castigo del pecado; pero, para el cristiano que ha vivido bien, es el comienzo de la vida. Todos nuestros esfuerzos deben, pues, tender a prepararnos para ese paso del tiempo a la eternidad. Debemos siempre estar dispuestos, porque ignoramos el momento en que Dios nos llamará a su juicio; si lo hemos amado y servido ¿qué podemos temer de Él?
El más hermoso día de la vida de la Santísima Virgen fue el de su muerte, porque la reunió con su Hijo para la eternidad y los santos suspiraban por ese trance, que llamaban su liberación.

EJEMPLO. – Como le preguntaran un día, a un santo, cuál era el mejor medio de preparación para la muerte, él respondió: “Pensad cada mañana, que es ese vuestro último día y cada noche, que podéis morir antes de que ésta termine; vos no pecaréis jamás”.
Así, debemos prepararnos a morir cristianamente y no ser sorprendidos por el llamado de Dios.
Los últimos momentos de los que han servido al Señor, no tienen, por lo demás, nada de espantoso.
Suárez, religioso de la Compañía de Jesús, decía, cuando estaba por expirar: “No sabía que fuera tan dulce, morir”.
Pudiéramos nosotros, en esta hora suprema, exclamar como San Luis muriendo: “Señor, entraré en vuestra casa. os adoraré en vuestro templo, glorificaré vuestro santo nombre”.

PLEGARIA DE SAN BUENAVENTURA. – Virgen santa, cuando mi alma salga de mi cuerpo, dignaos venir a su encuentro para recibirla, os lo suplico por la gloria de vuestro santo Nombre ¡oh María! no le rehuséis entonces la gracia de sostenerla con vuestra dulce presencia; sed su escala y su vía para subir al Cielo. Así sea.

RESOLUCIÓN. – Ejecutaré cada una de mis acciones, como si debiera morir al punto.

JACULATORIA. - ¡Oh María! protectora de la buena muerte, rogad por nosotros.

DÍA TREINTA Y UNO (7/DIC)

María, nuestra Protectora y Reina

CONSIDERACIÓN. – Ninguno de los días de nuestra vida pasará, esperámoslo, sin que presentemos a la Santísima Virgen nuestros piadosos homenajes.
Tenemos sin cesar, necesidad de la protección todopoderosa de Aquella que es, al mismo tiempo, Madre de Jesús y Madre nuestra.
No olvidemos jamás que somos sus hijos, que Ella nos ama y que quiere nuestra felicidad.
Ella nos obtendrá todas las gracias necesarias para cumplir la obra de nuestra salvación. Consagrémosle, pues, terminando estas lecturas, nuestra persona, nuestra familia y pongámonos bajo su guarda, bajo su protección tutelar. Por su intercesión los pecadores se salvan, los enfermos se curan; Ella da a los débiles la fuerza y la victoria a los ejércitos. Nada le cuesta para escuchar nuestras súplicas y necesitándose milagros, Ella los obtiene del Señor, para aquellos que le han entregado su esperanza y confianza.

CONSAGRACIÓN DE SAN LUIS DE GONZAGA, A LA SANTA VIRGEN. – Virgen Santa ¡oh María! mi guía y Soberana, yo vengo a arrojarme al seno de vuestra misericordia y a poner, desde este momento y para siempre, mi alma y mi cuerpo bajo vuestra sagrada guardia y protección especial. Os confío y entrego en vuestras manos todas mis esperanzas y consuelos, todas mis penas y miserias, como también el curso y fin de mi vida, a fin de que por vuestra santísima intercesión y por vuestros méritos, todas mis obras sean hechas según vuestra voluntad y para agrado de vuestro divino Hijo.

RESOLUCIÓN. – Renovaré frecuentemente la consagración de mí mismo, a la Santa Virgen.

JACULATORIA. – María, Reina de todos los santos, rogad por nosotros.

EJEMPLO. – Caracterizaba sobre todo a San Leonardo de Puerto Mauricio, su tierna devoción y su profundo amor a la Madre de Dios. Cada noche, recitaba el rosario, cada vez que oía sonar la hora, decía un Ave María. Celebraba todas las fiestas de la Reina del Cielo con tierna devoción y llevaba siempre consigo una de sus imágenes. María recompensó este amor con usura. Así, San Leonardo decía más tarde: “Cuando recuerdo todas las gracias que he recibido de la Santa Virgen me figuro ser como una capilla de peregrinación, en la cual, de todos lados, cuelgan ex-votos.
No tenéis más que leer, estoy todo cubierto de inscripciones, por dentro y por fuera, en el cuerpo tanto como en el alma; no creo más que los favores de María. Mi salud física y moral, mi sacerdocio, mi hábito religioso, todo lo he recibido por la gracia de esta buena madre. Sobre mi corazón se encuentra grabado: Por la gracia de María; sobre mi lengua: Por la gracia de María.
Sed bendita sin fin, ¡oh dulce y tierna Madre, mi protectora bien amada!
Por toda la eternidad, cantaré las misericordias de María y si tengo la felicidad de salvarme, no será sino por la intercesión de mi soberana, la incomparable Reina de los Cielos”.

PLEGARIA DE SAN BERNARDO, PARA TODOS LOS DÍAS. – Acordaos, ¡oh piadosísima Virgen María, que jamás se ha oído decir que ninguno de aquellos que han acudido a vuestra protección e implorado vuestro socorro, haya sido abandonado. Animado con tal confianza, acudo a Vos ¡oh dulce Virgen de las vírgenes! me refugio a vuestros pies, gimiendo bajo el peso de mis pecados. No despreciéis, ¡oh Madre del Verbo!, mis humildes plegarias; antes bien, oídlas benignamente y cumplidlas. Así sea.

JACULATORIA. – Oh María, sin pecado concebida, rogad por nosotros que recurrimos a Vos.

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Comentario de ieda Flavia Analia el mayo 1, 2012 a las 11:33pm

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