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LA FE EN CRISTO RESUCITADO TRANSFORMA LA VIDA‏

LA FE EN CRISTO RESUCITADO TRANSFORMA LA VIDA‏

Hoy se cumple el octavo aniversario del fallecimiento del Beato Juan Pablo II. Hacemos memoria de ese 2 de abril de 2005, en el que la Iglesia universal se unía en la oración, por su amado Pastor, que durante sus 26 años de Pontificado llevó por todas las plazas del mundo el Evangelio de la esperanza y del Amor de Cristo.

Era la vigilia del Domingo in Albis y de la Divina Misericordia, instituida por el Papa Juan Pablo II el 30 de abril del Año Santo del 2000, con ocasión de la canonización de sor María Faustina Kowalska, con el anhelo de que el Domingo que cierra la Octava de Pascua, se haga memoria del mensaje de Misericordia de Jesús, que «sigue llegándonos a través del gesto de sus manos tendidas hacia el hombre que sufre, inclinándose sobre todas las miserias humanas, tanto materiales como espirituales».

«Es el amor que convierte los corazones y dona la paz» -escribió Juan Pablo II– destacando que «el mundo tiene mucha necesidad de comprender y acoger la Divina Misericordia».

Y hace ocho años, el Cardenal Jorge Mario Bergoglio, Arzobispo de Buenos Aires y Primado de la Iglesia Argentina, hoy Papa Francisco, celebraba la Santa Misa en memoria de Juan Pablo II, destacando la coherencia obediencial y trascendental de su corazón a la Voluntad de Dios.

«Recordamos a un hombre coherente que una vez nos dijo que este siglo no necesita de maestros, necesita de testigos, y el coherente es un testigo. Un hombre que pone su carne en el asador y avala con su carne y con su vida entera, con su transparencia, aquello que predica», decía el hoy Papa Francisco de Juan Pablo II y añadía «este coherente que por pura coherencia se embarró las manos, nos salvó de una masacre fraticida; este coherente que gozaba tomando a los chicos en brazos porque creía en la ternura. Este coherente que más de una vez hizo traer a los hombres de la calle, para hablarles y darles una nueva condición de vida. Este coherente que cuando se sintió bien de salud pidió permiso para ir a la cárcel a hablar con el hombre que había intentado matarlo».

Es un testigo, dijo el hoy Papa Francisco, y terminó su homilía repitiendo las palabras: «Lo que necesita este siglo no son maestros son testigos». Y en la Encarnación del Verbo, Cristo es el Testigo fiel. Hoy vemos en Juan Pablo una imitación de este testigo fiel, reiteró, para añadir textualmente: «Y agradecemos que Juan Pablo haya terminado su vida así, coherentemente, que haya terminado su vida siendo simplemente eso: un testigo fiel».

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El Papa emérito Benedicto XVI ha dedicado la Catequesis del 11 de abril de 2012 a explicar la transformación que la Resurrección de Jesús produjo en sus discípulos; y ha reflexionado sobre el sentido que la Pascua tiene hoy para los cristianos: "la fe en el Resucitado transforma nuestra vida, la libera del miedo, le da firme esperanza, la anima con aquello que da pleno sentido a la existencia, el Amor de Dios".

Benedicto XVI ha recordado que la tarde del día de la Resurrección, los discípulos estaban encerrados en casa, llenos de temor e incertidumbre por el recuerdo de la Pasión del Maestro. “Esta situación de angustia cambia radicalmente con la llegada de Jesús. Entra a puertas cerradas, está en medio de ellos y les da la paz que (…) se convierte para la comunidad en fuente de alegría, certeza de victoria, seguridad en el apoyarse en Dios”.

Después del saludo, Jesús muestra a los discípulos sus heridas, “signo de lo que ha sucedido y que nunca más se borrará: su humanidad gloriosa permanecerá 'herida'. Este gesto tiene la finalidad de confirmar la nueva realidad de la Resurrección: el Cristo que está ahora ante los suyos es una Persona real, el mismo Jesús que tres días antes fue clavado en la Cruz. Y es así que, en la luz refulgente de la Pascua, en el encuentro con el Resucitado, los discípulos comprenden el sentido salvífico de su Pasión y muerte. Entonces, pasan de la tristeza y el miedo a la alegría plena”.

Jesús los saluda de nuevo: “La paz esté con vosotros”. No

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