Señor, a tí nada se te oculta, tampoco lo que hay dentro de mí.
Tú conoces, Señor, mi corazón.
Aquí están todos mis actos, todas mis culpas, todo lo más oculto de mi intimidad, todos mis secretos
pensamientos, el bajo fondo de mi miseria; mis pecados y las omisiones del bien que he dejado de hacer.
Sé que al decirte ¡Señor ten piedad! me encuentro con el misterio de tu misericordia y tu perdón y
que mi pobre corazón recibe la fuerza de unas alegrías que lo renuevan por dentro.
El poder de tu gracia me purificará y hará renacer en mí el vigor del hombre nuevo.
Pbro. Zanello.
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