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Os invito a compartir con todos los que forman RPV la alegría que nos proporciona el anuncio de la encarnación de nuestro Dios.
“Alégrate”, “regocíjate”. Es propiamente la primera palabra que resuena en el Nuevo Testamento... Sólo con este diálogo, que el ángel Gabriel entabla con María, comienza realmente el Nuevo Testamento. Por tanto, podemos decir que la primera palabra del Nuevo Testamento es una invitación a la alegría.
Esta alegría que hemos recibido no podemos guardarla sólo para nosotros. La alegría se debe compartir siempre. Una alegría se debe comunicar. María corrió inmediatamente a comunicar su alegría a su prima Isabel. Y desde que fue elevada al cielo distribuye alegrías en todo el mundo. Se ha convertido en la gran Consoladora, en nuestra Madre, que comunica alegría, confianza, bondad y nos invita a distribuir también nosotros la alegría... Podemos comunicarla de un modo sencillo: con una sonrisa, con un gesto bueno, con una pequeña ayuda, con un perdón. Llevemos esta alegría y la alegría volverá a nosotros. En especial, tratemos de llevar la alegría más profunda, la alegría de haber conocido a Dios en Cristo.”
(Homilía. Misa en la Parroquia Romana de Nuestra Señora de la Consolación. Domingo 18 de diciembre de 2005)
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