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Nos lo cuenta Sor Emmanuel, una religiosa francesa, conversa en Medjugorje, que conoció el caso directamente. Merece la pena conocerlo por ser un caso insólito.
Marcia S. es una mujer muy respetada en todo San Francisco. Responsable del grupo de oración más antiguo de la ciudad, es conocida por su gran fe y por el hecho de que las autoridades eclesiásticas locales solicitan su ayuda para ciertas misiones delicadas. La conozco bien y la admiro.Medjugorje cambió completamente su vida; ahora Marcia ya no puede encontrarse con alguien sin hablarle del extraordinario poder del rosario.
Cumple su labor en una parroquia de San Francisco (EE: UU), donde los asistentes son en su mayoria, gays y lesbianas, que quieren convertirse.
Marcia tiene la edad de María al pie de la cruz y habla de Ella como de su mejor amiga o, más bien, de su confidente. La connivencia entre las dos es notoria. Las palabras brotan de su boca con gran ternura y misterioso poder, y en la asamblea se ven muchos pañuelos salir de los bolsillos…
La velada termina y un hombre joven, visiblemente emocionado, se dirige hacia Marcia para contarle lo que acaba de experimentar mientras ella mostraba el vídeo sobre Medjugorje. Unas lágrimas fluyen suavemente de sus ojos:
—Fui un bebé abortado —le dice él—. ¿En qué condiciones nací? No lo sé, pero, todavía con vida, me tiraron a un cubo de basura en el aparcamiento de un hospital. Yo lloraba con todas mis fuerzas y un hombre que pasaba por allí oyó mis alaridos. Aterrorizado, trataba de descubrir de dónde venían los gritos, cuando al fin levantó la tapa del cubo. Yo estaba cubierto de sangre, pero muy vivo. El hombre me llevó a su casa envolviéndome lo mejor que pudo, y me cuidó durante algunos días. Luego decidió quedarse conmigo y criarme, e hizo una solicitud de adopción que le fue concedida.
Crecí con él y con sus amigos, todos homosexuales, bajo un mismo techo. Siendo bebé y durante toda mi infancia, nunca fui tocado, cambiado, alimentado o ni siquiera besado por una mujer. Nunca conocí el cariño de una mujer. No supe lo que era tener una madre. Me crié en ese ambiente y en mi adolescencia, naturalmente, me volví homosexual.
Hace algunos años, comencé a descubrir el Evangelio a través de unos miembros de la Iglesia Episcopal. Me invitaron a unirme a ellos y un día tomé la decisión de ser sacerdote en esa iglesia.
El día de mi ordenación, yo estaba de pie con otros candidatos, listo para caminar hacia el altar para recibir el orden sagrado. Pero todos avanzaron menos yo, porque, muy a mi pesar, me quedé prácticamente clavado al suelo. Parecía como si unos brazos me detuvieran, me impidieran dar un paso hacia adelante. No fui ordenado, y desde entonces siempre me he preguntado por qué yo no me había adelantado con los demás, qué era lo que me había retenido así.
Esta noche, al ver el vídeo, me he quedado realmente conmovido. Mientras mirábamos a esos jóvenes en éxtasis, he sentido claramente unos brazos femeninos rodearme con amor, un amor indescriptible.
Una mujer estaba detrás de mí, de esto estoy convencido. Cautivado por el vídeo del cual no podía desprender los ojos, sentí nuevamente ese abrazo. ¡Era algo tan fuerte que apenas podía soportarlo! ¡Creí morir de felicidad! Todo mi cuerpo temblaba. Yo lloraba y lloraba.
El calor y el amor de ese abrazo eran tales que literalmente me derretí. Me giré para ver quién era, ¡pero no había nadie detrás de mí!
Oí entonces una voz femenina que me decía: “Dan, yo te amo y tú eres mío”. Por primera vez en mi vida sentía unos brazos de mujer estrecharme. ¡Había encontrado a mi madre! Comprendí entonces en un instante por qué no había podido seguir adelante con la ordenación…
¡Había sido Ella! Ella me lo había impedido, porque la homosexualidad no es de Dios, y yo debía primero abandonar esas prácticas, arrepentirme de ellas…
Marcia escuchaba el relato de Dan con el mismo corazón que si se tratara de su propio hijo. A duras penas contenía ella también sus lágrimas.
“Este niño ha sido una víctima incluso antes de salir de las entrañas de su madre”, pensó. Una víctima de nuestra sociedad.
Y fue suficiente hablar de las apariciones de María en Medjugorje para que fuera liberado del plan que Satanás tenía para su vida…
—Marcia, ¿qué debo hacer para volverme católico? —le pregunta
Dan.
Hoy en día, San Francisco cuenta con un católico más y el manto de la Gospa (la Madre) con un habitante más. ¡Y no cualquiera!
A este, María lo esperaba desde hacía mucho tiempo, desde que estaba en el cubo de basura. Sí, Ella lo esperaba para abrazarlo, para apretarlo finalmente contra su corazón de madre… Y con sobrados motivos, puesto que Dan está camino del sacerdocio.
QUE GRANDE ES DIOS, Y SUS PLANES PARA NUESTRA VIDA!!!
Y MAMA MARIA, COMO NOS CUIDA BAJO SU SANTO MANTO DE AMOR.
QUE EL LES DE LLUVIA DE BENDICIONES.AMEN.
Comentario
wow, me haz hecho llorar mares con el relato, que bendción tan grande para nuestros ojos y sobre todo para nuestra vida, la gloria de Dios en manifestación plena.
Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espiritu Santo junto con nuestra mamita Maria para con todas las familias.
Gracias, que bella historia de amor.
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