En Sassello (Italia), Beata Chiara Badano, laica, miembro del movimiento de los focolares u Obra de María. († 1990)
Fecha de beatificación: 25 de septiembre de 2010, siendo Papa Benedicto XVI.
Chiara Badano nace en Sassello (Savona), el 29 de octubre de 1971, después de 11 años de espera de parte de sus padres. En el ‘81, con su papá y su mamá, participa en Roma en el Family Fest – una manifestación mundial del Movimiento de los Focolares: es el inicio, para los tres, de una vida nueva. En su pequeño pueblo, Chiara se lanza a amar a sus compañeras de escuela, a quien pasa a su lado, decidida a vivir con radicalidad el Evangelio que la ha fascinado. Se compromete en seguida y con pasión en el Movimiento, entre las muchachas de su edad.
Pocos meses después, un fuerte dolor en la espalda que notó durante un partido de tenis, hizo sospechar a los médicos. Comienzan exámenes médicos de todo tipo para definir el origen del mal. Muy pronto se descubre el origen del grave mal que la afecta: tumor óseo. Prosiguen los controles médicos y exámenes, y a finales de febrero de 1989 Chiara enfrenta la primera operación: las esperanzas son pocas. En el hospital las muchachas que comparten su mismo ideal se alternan con otros amigos del Movimiento para apoyarla, a ella y a su familia, con la unidad y ayudas concretas. Las hospitalizaciones se vuelven cada vez más frecuentes y con éstas los tratamientos bastante dolorosos que Chiara enfrenta con gran valentía. En cada nueva y dolorosa “sorpresa”, su ofrecimiento es decisivo: “¡Por ti, Jesús, si lo quieres tú, lo quiero también yo!”.
A pesar de lo grave de su condición, Chiara, apenas se lo permite su salud, participa personalmente, con alegría y entusiasmo, a cuanto se vive en el Movimiento de los Focolares.
Pronto llega otra gran prueba: Chiara pierde el uso de las piernas. Una nueva operación resulta inútil. Para ella significa un sufrimiento enorme: se encuentra como en un túnel oscuro, pero encuentra la fuerza para lanzarse de nuevo a amar, y la luz vuelve. “Si tuviera que escoger entre caminar o ir al Paraíso – le confiesa a alguien – escogería sin titubear: ir al Paraíso. Ahora me interesa sólo eso”.
Desde pequeña se había comprometido a vivir el Evangelio al 100%, aún con los altos y bajos propios de la adolescencia. Escribe en su agenda, dirigiéndose a sus amigos:
“Salí de sus vidas por un instante. ¡Cómo hubiera querido detener el tren en marcha que me alejaba cada vez más! Pero en ese entonces no lo comprendía. Me encontraba todavía absorbida por tantas ambiciones, proyectos y quién sabe qué otras cosas (que ahora me parecen tan insignificantes, frívolas y pasajeras). Otro mundo me esperaba y no me quedaba más que abandonarme. Pero ahora me siento envuelta en un espléndido designo que poco a poco se me va revelando”.
El médico que la asiste, no creyente, y muy crítico frente a la Iglesia, queda cada vez más profundamente impresionado por su testimonio y el de su familia: “Desde que conocí a Chiara, algo ha cambiado dentro de mí. En ella hay coherencia, en ella todo el cristianismo me encaja”.
Su relación con Chiara Lubich (fundadora de los focolares) es estrechísima: la mantiene continuamente al día acerca de su estado de salud y de sus conquistas y descubrimientos. El 30 de diciembre del ‘89 Chiara le responde: “…Te siento toda dispuesta a corresponder el amor de Dios y a darle tu sí continuo. Yo te sigo constantemente con la oración y con todo mi amor. He escogido la Palabra de Vida que deseabas: ‘El que permanece en mí y yo en él, éste da muchos frutos’. ¡Hasta luego, Chiara! Le pido al Espíritu Santo el don de la fortaleza para ti, para que tu alma, por el amor a Jesús Abandonado, pueda siempre ‘cantar’. …”
Aun habiendo quedado inmóvil, Chiara es activísima: sigue por teléfono el grupo naciente de Jóvenes por un Mundo Unido de Savona; se hace presente en los Congresos y actividades varias a través de mensajes, tarjetas, carteles; hace locuras para que sus amigos y compañeros conozcan a los gen y a las gen … Invita a muchos de ellos al Genfest ’90 (manifestación internacional de los Jóvenes por un Mundo Unido, en Roma, en mayo del ’90), el cual por fortuna puede seguir en directo gracias a la antena parabólica instalada en el techo de su casa.
Al inicio del verano, los médicos deciden interrumpir las terapias: el mal se presenta ya incontenible. En seguida la joven informa a Chiara Lubich de su situación. Es el 19 de julio del ’90: “La medicina ha depuesto sus armas. Al interrumpir el tratamiento médico, han aumentado los dolores en la espalda, y ya no puedo prácticamente girarme hacia los lados. Me siento tan pequeña, y el camino por recorrer es tan arduo…, con frecuencia me siento sofocada por el dolor. Pero es el Esposo que viene a visitarme, ¿verdad? Sí, yo también repito contigo: “Si lo quieres tú, lo quiero también yo”… ¡Estoy contigo, convencida de que, junto a Él, venceremos al mundo!”
Chiara Lubich en seguida le responde: “No tengas miedo, Chiara, de decirle a Él tu sí, momento por momento. Él te dará la fuerza, ¡tenlo por seguro! Yo también rezo por esto y estoy siempre allí contigo. Dios te ama inmensamente y quiere penetrar en lo íntimo de tu alma y hacerte experimentar gotas de cielo. “Chiara Luce” es el nombre que he pensado para ti; ¿te gusta? Es la luz del Ideal que vence al mundo. Te lo mando con todo mi afecto…”
Al agravarse la enfermedad se necesita intensificar el suministro de morfina, pero Chiara Luce lo rechaza: “Me quita la lucidez, y yo, a Jesús, le puedo sólo ofrecer el dolor”.
Durante un momento de sufrimiento físico particular, le confiesa a su mamá que en su corazón está cantando: “Heme aquí, Jesús, también hoy delante de Ti…” Para ella está claro que dentro de poco podrá encontrarse con Él y se prepara. Una mañana, después de una difícil madrugada, le viene espontáneo repetir a intervalos breves: “Ven, Señor, Jesús”. Son las 11 cuando inesperadamente viene a visitarla un sacerdote del Movimiento. Chiara Luce está contentísima: desde que se había despertado deseaba, de hecho, recibir a Jesús Eucaristía. Se vuelve su viático.
Chiara Luce parte para el Cielo el 7 de octubre de 1990. Había pensado en todo: los cantos para su funeral, las flores, el peinado, el vestido, que había deseado de color blanco, de novia… Con una recomendación: “Mamá, mientras me preparas deberás repetir siempre: ahora Chiara Luce ve a Jesús…. Sean felices, porque yo lo soy”. El papá le había preguntado si estaba dispuesta a donar las córneas: había respondido con una sonrisa luminosísima. Enseguida después de la partida de Chiara Luce para el Cielo llega un telegrama de Chiara para sus padres: “Agradecemos a Dios por esta luminosa obra maestra suya”.
El 19 de diciembre de 2009 S.S. Benedicto XVI autorizó la promulgación del decreto que reconoce un milagro atribuido a la intercesión de la Sierva de Dios Chiara Badano, fue proclamada beata el día 25 de septiembre de 2010 en el santuario de la Virgen del «Divino Amore» (Roma-Castel di Leva).
La fiesta en la Iglesia para recordar a la nueva beata, Chiara "Luce" Badano, ha sido fijada para el 29 de octubre.
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