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lugar están las mortificaciones interiores, pero además practicaremos las mortificaciones exteriores, definidas exactamente para que las practiquen todas. Estas son: tres días por semana observaremos el ayuno estricto. Estos días son: viernes, sábado y miércoles. Cada viernes, durante el tiempo necesario para rezar el salmo 50, se someterán a la disciplina [204], todas en la misma hora en sus propias celdas. La hora indicada, las tres de la tarde, por los pecadores agonizantes. Durante dos grandes ayunos [205], como los días del trimestre [206], las vigilias [207], la comida consistirá en: una vez al día un trozo de pan y un poco de agua.
Que cada una trate de practicar estas mortificaciones que están prescritas (33) para todas, pero si alguna hermana desea algo más, pida el permiso a la Superiora. Una mortificación general más: ninguna hermana puede entrar en la celda de otra sin un permiso especial de la Superiora, pero la Superiora debe a veces entrar inadvertidamente en las celdas de las hermanas, no para espiar, sino en el espíritu de amor y responsabilidad que tiene ante Dios; ninguna cerrará nada con llave, la regla será la llave general para todas.
Comentario:
Si bien los escritos de Santa Faustina se caracterizan por el gran amor y misericordia de Dios, ella no deja de inculcar que es necesaria la penitencia para impetrar la misericordia de Dios sobre los pecadores.
Porque la penitencia no es algo pasado de moda, sino que eso es lo que nos quiere hacer creer el demonio, para que no hagamos penitencia, y así no le arrebatemos almas a su poder maléfico.
Sólo la penitencia y la oración tienen el poder de salvar almas. Por eso tenemos que volver a considerar en nuestras vidas el hacer un poco de penitencia, porque la salvación del mundo depende de ello.
Cristo salvó al mundo con oración y sufrimiento. Los cristianos debemos imitar al Señor en esto, y trabajar por la salvación propia y de los hermanos, haciendo pequeños sacrificios, aceptando los sufrimientos que el Señor permita en nuestras vidas y ofreciendo ayunos y privaciones. Porque debemos saber que cuando nos privamos de un rico postre, no sólo que dominamos nuestra gula, sino que un pobre, recibe alimento, ya que todos los hombres estamos unidos en un solo cuerpo, y lo que uno ofrece, tal vez lo recibe otro muy lejos de nosotros.
Hagamos penitencia. Al menos soportemos con paciencia las contrariedades de la vida, y si podemos y nos animamos a más, hagamos sacrificios, porque con ello se obtiene mucho para nosotros y las almas.
Jesús, en Vos confío.
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