“Sabemos que cada vez que nos arrepentimos el amor se renueva y crece. Pero ¿Qué es el arrepentimiento? Pues hay una clase de arrepentimiento, de este mundo, que nos hunde en una pena mayor aún, nos hace quejumbrosos, y nos sumerge en la duda. Este tipo de arrepentimiento se atasca en la miseria y no conduce a nada. En cambio, el arrepentimiento que viene de Dios es completamente diferente.
Porque, no contentos con nosotros mismos, nos elevamos por fin a Dios y damos la espalda a todo pecado, con voluntad firme. Dirigiéndonos a Dios, encontramos certeza, y el calor de un gozo espiritual que nos eleva sobre todas nuestras miserias y nos une con Dios.
Y cuanto más débiles somos, cuanto más hayamos pecado, más nos sentimos urgidos a unirnos a Dios en amor puro”.
“Mucha gente piensa que para mostrar su dolor por los pecados, tienen que hacer cosas extraordinarias, como ayunos, caminar descalzos, y otras cosas parecidas. La mejor penitencia, sin embargo, es apartarse de todo lo que no es Dios ni de Dios, ya se encuentre en tí, o en otra persona o cosa.
El verdadero arrepentimiento es acercarse a Dios con amor, afrontando honradamene lo que se ha hecho. Elige tu propio modo de hacer esto, y descubre que, cuanto más lo haces, más sincero será tu arrepentimiento. La conversión verdadera es semejante a lo que sucede con la pasión del Señor; cuanto más la imites, más desaparecerán tus pecados”.