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Dar de comer al hambriento.
El estómago es como el “segundo cerebro”, ya que como dice el dicho: “Panza llena, corazón contento”. Y esto lo sabe Dios, que quiere que todos los hombres tengan lo necesario para alimentarse, y alimentarse bien, y así estar felices y alabar a Dios.
Pero Dios ha permitido que en el mundo haya miseria para dar la oportunidad a los hombres de que se ejerciten en la misericordia. Y así hay gente que tiene hambre, y Dios esto lo permite para que los que tienen bienes suficientes socorran a estos hambrientos, y así practiquen la misericordia, siendo imitadores del Padre celestial que es misericordioso.
Jesús mismo daba de comer a los hombres porque el Señor sabe muy bien que el hombre no es solo espíritu, sino espíritu y cuerpo, y para el cuerpo necesita del sustento.
Dios nos manda también comer más abundantemente los días de fiesta, para que nos alegremos en esos días y exultemos de gozo. Por eso nosotros debemos tratar de dar de comer a los hambrientos que llegan hasta nuestra puerta, e incluso salir a buscar hambrientos de pan, para aliviarlos en sus necesidades materiales y de esa forma, ellos también canten las grandezas del Señor, y alaben a Dios dándole gracias.
Porque debemos saber que cuando alimentamos a un hambriento, el hambriento que calma su hambre, enseguida piensa en la bondad de Dios, porque tal vez hasta ese momento él pensaba que Dios no lo tenía en cuenta y que lo había olvidado. En cambio nosotros, con nuestra obra de misericordia, le hemos ayudado a recuperar la confianza en la bondad amorosa de Dios, que socorre a sus criaturas a través de nosotros.
Jesús, en Vos confío.
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