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María no nos juzga.
Una buena madre jamás juzga a su hijo, sino que lo compadece si es débil, e incluso lo defiende si es delincuente. Es que es una “madre”, y las madres tienen debilidad por sus hijos.
¡Cuánto más María Santísima, nuestra Madre del Cielo, nos ama y nos defiende, incluso cuando somos pecadores y malos!
A veces la Virgen es la única que ama a ciertos hombres, que son despreciados de todos, pero no de la Virgen, porque Ella es compasiva hasta el último instante, y sólo cuando el alma se condena, entonces la abandona. Pero mientras hay vida, aunque el hombre sea muy malo, la Virgen lo ama y lo compadece, lo ayuda y quiere su salvación.
No tengamos miedo de ir a María, porque si no nos atrevemos a acercarnos a Dios por nuestras maldades, vayamos a la Virgen que no seremos despedidos sin ser socorridos.
¡Qué lindo tener una Madre tan buena en el Cielo! Es el mejor regalo que nos pudo hacer el Señor.
No desesperemos por nuestra vida y mala conducta hasta ahora, porque tenemos a María que nos ama, y que nos defenderá hasta el último instante de los lazos del demonio, y de la Justicia divina. Vayamos a Ella con confianza y prometámosle ser mejores en adelante, para no lastimar su Corazón de Madre.
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