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El toque y el rezo del Ángelus no existían en tiempo de San Francisco ni fue el Santo quien introdujo esta devoción en la Iglesia, aunque la espiritualidad y piedad que él practicaba y enseñaba era un terreno bien abonado para que florecieran prácticas piadosas como ésta; véanse, por ejemplo, sus Cartas a los Custodios (1CtaCus 8, y 2CtaCus 6) y su Carta a las Autoridades (CtaA 7), donde puede apreciarse un reflejo de la costumbre musulmana de convocar al pueblo a la oración mediante el pregón del muecín desde el alminar de las mezquitas, costumbre que Francisco observó en su viaje a Oriente. Por cuanto se sabe, fue Fr. Benito de Arezzo quien, hacia el año 1250, introdujo en el convento de Arezzo el Ángelus, haciendo cantar o recitar, a la caída de la tarde, la antífona El Ángel habló a María (Ángelus locutus est Mariae) mientras sonaban las campanas. El Capítulo general celebrado en Asís en 1269, y presidido por San Buenaventura, estableció que los hermanos exhortaran al pueblo a saludar a la Virgen con las palabras del Ángel cuando al atardecer sonara la campana de completas; posteriormente, ya en el siglo XIV, se introdujo el toque y el rezo del Ángelus por la mañana, y luego también al mediodía (cf. Waddingo, Annales Minorum, a. 1269, vol. IV, pág. 331; A. G. Little, en Archivum Franciscanum Historicum 7, 1914, p. 679 y nota 2, con la bibliografía allí citada).
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