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Alabar a María.
564 El día de la Inmaculada Concepción de la Virgen. Durante la Santa Misa oí el susurro de ropas y vi a la Santísima Virgen en un misterioso, bello resplandor. Tenía una túnica blanca con una faja (32) azul y me dijo: Me das una gran alegría adorando a la Santísima Trinidad por las gracias y los privilegios que me ha concedido, y desapareció en seguida.
Comentario:
María es la Obra Maestra de Dios, que con todo su poder, no ha podido hacer una criatura superior a la Virgen.
Efectivamente María es el testimonio de lo que puede Dios, de su poder infinito. Y que esto nos baste para imaginar un poco lo que debe ser María.
Basta saber que los santos dicen que la Virgen está sólo por debajo de Dios, que Ella está en los límites de la divinidad, y que si queremos comprender a la Madre, tratemos de comprender al Hijo. ¡Enmudezca aquí toda lengua!
Cuando alabamos a María, Ella no se guarda el elogio para sí, sino que automáticamente María adora y alaba a Dios. Y cuando adoramos y alabamos a la Santísima Trinidad por los dones y gracias dados a María, la Virgen derrama sobre nosotros un torrente de gracias, puesto que las gracias, todas las gracias, pasan a través de sus manos virginales.
Aunque por un supuesto en el Cielo sólo estuviera María, ya seríamos bienaventurados allí, porque ver a María, que es la que ha enamorado a Dios, es de tal belleza y beatitud, que ya seríamos eternamente felices contemplándola sólo a Ella.
Jesús, en Vos confío.
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