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El Señor os de la Paz.
Nuestro corazón late cada vez con mayor rapidez porque el momento tan esperado por todos nosotros se acerca.
El momento en que cada uno de nosotros por la gracia del Espiritu Santo, tengamos la oportunidad de ir al encuentro de la Misericordia de Nuestro Señor; una misericordia infinita, llena de amor, de caridad, de entrega total sin condiciones, pero que para muchos se vuelve desconcertante, inquietante por el famoso Silencio de Dios que tanto nos cuesta entender.
y es que nos debemos preguntar ¿Que significa? o ¿Que entendemos por Misericordia de Dios?, porque a veces pedimos y buscamos la misericordia que mejor nos acomoda o que mas nos conviene y olvidamos que la Misericordia de Nuestro Señor se manifiesta en nuestra vida cuando debido a los problemas, dificultades, enfermedades y decisiones erroneas, nos encontramos en un camino sin salida aparente, vacios, despojados de todo lo que creiamos tener y de repente viene a nuestra memoria la frase: Padre ya no soy digno de que me trates como tu hijo, tratame como a uno de tus sirvientes, y en nuestro interior vuelve a brillar la luz de la esperanza, de la dignidad, de la Fe porque hemos vuelto a nacer, porque hemos resucitado, porque hemos vuelto a creer que sin importar lo que hagamos, lo que vivamos, lo que pensemos, siempre estaran disponibles para nosotros los rayos de la misericordia de Nuestro Señor, siempre habrá un padre esperandonos con los brazos abiertos, lleno de amor y alegría porque estabamos muertos pero hemos vuelto a la vida.
Hermanos, hermanas, La Demostración mas grande de la Misericordia de Nuestro Señor, es que nunca se cansa de tocar nuestra puerta, de llamarnos por nuestro nombre, de darnos la oportunidad que nos volvamos hacia Él y que le confiemos todas nuestras miserias, todas nuestras pobrezas y que pongamos a su servicio todos nuestros carismas y talentos.
Seamos testimonio juntos de la Misericordia de Nuestro Señor, seamos portavoces con nuestra vida del mensaje de amor, intentemos de la mano de Francisco de Asís, de María Santisima, de Juan Pablo II, Pasar del evangelio a la vida y de la vida al evangelio, contagiemonos de se ardor evangelico, de esa pasión evangelica que nuestras familias necesitan, que nuestras comunidades necesitan, que nuestra iglesia y que nuestra sociedad necesitan, solo de esa forma lograremos combatir y vencer esta cultura de muerte, de destrucción y de perdida de valores que tanto contamina todo nuestro alrededor.
Ha llegado el tiempo de la misericordia, el tiempo del Dios que quiere que todos sus hijos se acerquen a Èl sin distinción de razas, ideologias, condiciones, por eso este Domingo les invito a que en comunión con toda la ilgesia militante, purgante y triunfante, el mundo entero diga con todas las fuerzas de nuestra alma y de nuestro ser: Jesus en Ti Confio, Jesus en Ti Confio, Jesus en Ti Confio y compartamos la fiesta de la beatificación del apostol de la misericordia, nuestro querido Papa Juan Pablo II.
Me despido compartiendo con todos ustedes la bendición del pobrecillo de Asís al hermano Leon:
El Señor les bendiga y les guarde
Les muestre su rostro y tenga misericordia de ustedes.
Les mire benignamente y les conceda la Paz.
El Señor, rico en amor y en Misericordia, bendiga a todos sus hijos dispersos por el mundo.
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, Amen.
Vivamos con todo nuestro ser este Domingo segundo de Pascua donde la Misericordia de Nuestro Señor nos inundará como un manantial de agua nueva y viva que logre calmar por fin toda nuestra sed.
Les quiero mucho.
Cristo Ha Resucitado Aleluya, Aleluya.
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