El gemido de África
África está gimiendo en lo que es un auténtico escándalo para la humanidad. Sabemos que las razones por las que millones de personas mueren de hambre y desnutrición son muchas: causas naturales, falta de desarrollo agrícola, carencia de infraestructuras que proporcionen agua potable a las poblaciones, en suma, pobreza. Pero junto a estas causas, hay otras que son consecuencia directa del comportamiento humano como la corrupción, los bloqueos internacionales utilizados como arma política, las guerras y guerrillas que impiden la llegada de ayuda humanitaria a ciertas zonas y el tráfico de armas que potencia estas guerras.
Algo muy grave pasa en el mundo cuando en muchos países africanos las mujeres tienen que recorrer más de diez kilómetros diarios para llegar a una fuente de agua potable, mientras un niño puede hacerse fácilmente con un arma.
Nuestro planeta tiene los recursos necesarios para alimentar a toda la humanidad. Quizá desde nuestra situación no podamos solventar las gravísimas causas de la hambruna, pero tampoco podemos quedarnos indiferentes ante el sufrimiento de tantos hombres, mujeres y niños que viven en condiciones infrahumanas.
“África - decia Juan Pablo II - es un continente en el que innumerables seres humanos están tendidos, de algún modo, al borde del camino, enfermos, heridos, indefensos, marginados y abandonados. Ellos tienen necesidad imperiosa de buenos Samaritanos que vengan en su ayuda”. No podemos solucionarlo todo, pero sí podemos hacer ‘algo’. Cada uno sabrá mejor como expresar su solidaridad y cooperar con sus oraciones, aportaciones económicas, tiempo o esfuerzo. No olvidemos que, al fin y al cabo, es a nosotros a quienes se dirige Jesús cuando dice:
“Dadles vosotros de comer”.
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