EL GRITO SILENCIOSO:LA VOZ MAS PODEROSA DEL ABORTO
Cuando una persona se presenta a sí misma delante de un foro de 1.000 oyentes diciendo con gran serenidad: "Soy responsable de 75.000 muertes, tienen delante de ustedes a un genocida", te invita a pensar muchas cosas. Esto sucedía en el VII Congreso Internacional "Camino a Roma", promovido por Miles Jesu, que reunió en Ávila a personas que se han convertido al catolicismo provenientes de todo el mundo.
El doctor Bernard Nathanson participó en el congreso de conversos "Camino a Roma" celebrado en Ávila (España) del 8 al 10 de noviembre de 2002. Dio un testimonio impresionante en el que se presentó como "asesino de masas" y "responsable de la muerte de 75.000 niños inocentes".
Ahora consagra sus energías a la defensa de la vida humana.
Explicó que dirigía la "mayor clínica abortista de Occidente, en Nueva York. Tenía 35 médicos a mi cargo, con 85 enfermeras. Hacíamos 120 abortos cada día en 10 quirófanos... Durante los 10 años en que fui director, realizamos 60.000 abortos. Además, supervisé 10.000 y personalmente realicé 5.000. Tengo 75.000 muertes inocentes en mi haber".
Conocido como el "rey del aborto", "tenía barcos, avionetas, fincas, mujeres... pero era todo en base a una gran mentira, la mentira de que la persona en el vientre materno no vale nada", reconoció.
Hijo de un prestigioso médico judío especializado en ginecología, "me crié judío, 3 veces a la semana iba a la escuela judía. Mi padre, educado como judío pero alejado de la fe, me preguntaba por lo que yo aprendía, se reía de mí y ridiculizaba lo que me enseñaban... A los 13 años, tras la ceremonia de entrada en la vida adulta judía, dejé de acudir a la sinagoga. Era un judío ateo".
Así describió el primer eslabón de una cadena interminable: "Tuve mi primera experiencia con el aborto en la universidad. Mi novia se quedó embarazada, y nos parecía imposible casarnos. Mi padre me dio dinero para pagar el aborto, ilegal, que se complicó. Ella estuvo a punto de morir. Yo la cuidaba, y me llenaba de indgnación social contra el aborto ilegal".
"Años después continuó otra novia mía se quedó embarazada. Ella no quería abortar pero yo la persuadí. Quería el mejor abortista, y ése era yo: lo hice y así ejecuté a mi propio hijo, fríamente, sin sentimiento, otro procedimiento quirúrgico más para mí".
El Dr. Bernard Nathanson fue cofundador de la Liga de Acción Nacional por el Derecho al Aborto: "Tuvimos éxito: en dos años conseguimos destruir la ley de Nueva York que penalizaba el aborto desde 1829. Pero el aborto legal no bastaba: debía ser barato, seguro y humanitario... En esa época no sabíamos nada del feto, no teníamos forma de medirlo, ni verlo, ni confirmar su humanidad. Nuestro interés se centraba en la mujer, no en el bebé, pero cuando dejé la clínica y fui director de obstetricia en el Saint Luke Hospital de Nueva York, algo cambió... Allí empezábamos a tener la tecnología con la que hoy contamos. Por primera vez pudimos estudiar al ser humano en el vientre y descubrimos que no era distinto de nosotros: comía, dormía, bebía líquidos, soñaba, se chupaba el dedo, igual que un niño recién nacido. La verdad era que esto era un ser humano con dignidad, dada por Dios, que no debía ser destruido o dañado".
El médico se convirtió a la defensa de la vida después de estudiar al feto durante 3 ó 4 años:
"Cuestioné el aborto con conferencias e hice dos películas. En una se veía un aborto real, un niño de 12 semanas aspirado hasta la muerte. Se veía cómo le succionaban brazos y piernas, se rompía el tórax, etc. Era muy fuerte... Los pro aborto dijeron que era un montaje. Les he animado siempre a que, si piensan así, hagan ellos su propia película de un aborto real, con sus propias imágenes. Nunca lo han hecho, porque saben muy bien lo que se vería".
Pero a la transformación de Nathanson faltaba todavía algo importante, según él mismo relata:
"A principios de los ochenta yo tenía dinero, propiedades, bodegas, tres matrimonios fracasados, un hijo trastornado y 75.000 víctimas... Negaba que hubiese otra vida, pero sabía que la había. Deprimido, pensaba en el suicidio. Conocí entonces a un sacerdote pro vida y empezó un diálogo de siete años. Él fue mi guía, mi Virgilio en el infierno... Me convencí de la verdad, de que la gran mentira ya no dominaba mi vida. Ahora mi trabajo pro vida salía del corazón y del alma, no sólo del cerebro".
"A menudo se plantea el tema del aborto como libertad de elección de la mujer.
Pero una persona no puede elegir quitar la vida a otra. No es posible hablar del derecho a elegir, porque se trata del mandamiento, " ¡ No matarás !".
Texto de A. M. (Revista Ave María, nº 683, Febrero de 2003)
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