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" En el Evangelio, se describe a Jesús como siendo acogido por dos hermanas, de las cuales una le servía, y la otra se entregaba a la escucha de su palabra. Esto se aplica también a la bienaventurada Virgen María.
En estas dos mujeres de quienes habla la Escritura, es corriente ver el símbolo de dos estilos de vida en la Iglesia: Marta representaba la vida activa, y María la vida contemplativa. Marta trabajaba en obras de misericordia; María reposaba contemplando. El activo se entrega al amor al prójimo, el contemplativo al amor de Dios. Por tanto, Cristo es Dios y hombre. Y ha sido rodeado del amor único de la bienaventurada Virgen María, cuando servía a la vez a su humanidad y cuando estaba atenta a la contemplación de su divinidad...
Otros sirven a los miembros del cuerpo del Cristo; la Virgen María servía a Cristo en persona... y no sólo por acciones exteriores, sino por su propia sustancia: le ofreció la hospitalidad de su seno. En su infancia, ayudó a la debilidad de su humanidad, acariciándolo, bañándolo, curándolo; se lo llevó y regresó de Egipto para evitar la persecución de Herodes; y después de múltiples servicios, se mantuvo a su lado mientras moría en la cruz, y asistió a su amortajamiento... ¿No fue así como se comportó Marta, y por tanto la igualó en el servicio?
En la contemplación también, en la parte de María, es superior a todos. ¡En verdad, qué contemplativa no debía ser, la que había llevado en su seno a la misma divinidad, unida en su carne a la persona del Hijo de Dios! Por tanto, lo escuchó, conversó con él, gozó de él, lo contempló. "En el Cristo están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento " (Col. 2,3)... Así fue María contemplativa, ella que, en el Hijo único de Dios al que había engendrado de su carne, contemplaba la gloria de toda la Trinidad.
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