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Visitar a los enfermos.
Cuando uno está enfermo ve la realidad un poco distorsionada, y cree que Dios lo ha castigado e incluso se siente como maldecido por Dios.
Es entonces cuando el buen amigo o pariente debe ir a visitar al enfermo, para llevarle esperanza y asegurarle que Dios lo ama, que no lo ha rechazado, sino todo lo contrario, porque regalándole esa cruz de la enfermedad le está mostrando su predilección como lo hizo con su propio Hijo.
¡Cuánto agradecen los enfermos las visitas de los amigos, que los llenan de consuelos y les dan ánimo para seguir en el camino de la vida!
A veces una visita a un enfermo puede cambiar una vida, o dos vidas, la del enfermo y la de quien visita, e incluso puede cambiar muchas vidas, porque estas cosas influencian también a los parientes del enfermo y quizás a muchos otros. Se reanudan relaciones rotas o resquebrajadas, de derraman lágrimas de emoción por los reencuentros de largos años en separación, etc.
¡Qué lindo es tratar de ser buenos, de ser compasivos y misericordiosos! Porque Dios sólo eso quiere de nosotros, los hombres, que seamos buenos como Bueno es Él, y visitando a los enfermos practicamos un poco la bondad y nos hacemos más semejantes a Dios.
Jesús, en Vos confío.
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