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Día de San Valentín
14 de febrero de 1994
Querido padre Tomás:
Hoy, durante mi hora santa, vi algo peculiar, una caja de chocolates sobre el altar. Pensé que alguien la había dejado olvidada, hasta que leí la tarjeta que había en la caja: “Para Jesús, de Ninay, porque tu amor es el más dulce de todos”.
Un día Ninay estaba tan ensimismada en el amor de Jesús que no quería dejar la capilla. Su marido la iba a recoger después de su hora santa, pero Ninay oró pidiéndole fervientemente a Jesús que la dejase quedar más tiempo. El automóvil de su marido no arrancó y cuando lograron arreglarlo nuestra querida Ninay había pasado seis horas adicionales con el Señor. Una súplica que Dios Padre no puede rehusar es cuando le rogamos que nos enseñe a querer más a su Hijo Jesús en el Santísimo Sacramento.
El amor es dulce porque nos hace sentir en forma muy especial. La calidad del amor es lo que realmente hace que se sienta especial. Por esto el Amor de Jesús en el Santísimo Sacramento es el más grande y dulce amor que nuestros corazones puedan jamás conocer.
El amor de Dios por ti te hace la persona más especial e importante del mundo. Dios tiene muchos atributos individuales. Cada persona representa un atributo especial y único de Dios, nunca antes creado y nunca reproducido. Dios se ve a sí mismo en nosotros. En cada uno de nosotros, Dios ve esta única cualidad y especial atributo que sólo nosotros poseemos. Y Él sufriría todo por ti, si fueras la única persona en el mundo.
Así eres de especial para Él. Pero nunca llegarás a saberlo a menos que te acerques a conocerlo en el Santísimo Sacramento. El Santísimo Sacramento es Dios, el Enamorado Divino, que nos dice cuán infinitamente especiales somos para Él. Dios no nos mandó caramelos o una tarjeta de San Valentín, sino a su Hijo único.
“Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único… no para condenar al mundo, sino para que el mundo se salve por Él” (Juan 3, 16-17). Dios ama tanto al mundo que por medio del Santísimo Sacramento continúa enviando a su Hijo único, que nos dice que el Padre nos ama tanto como ama a su Hijo (Juan 17, 23). En otras palabras, cada uno de nosotros es tan especial para el Padre como Jesús mismo. ¡Qué amor más tierno!
Por eso es que en el Rito de entrada en la solemnidad del Corpus Cristi se exclama: “Y lo sustentaría con la flor del trigo, lo saciaría con miel” (Salmo 80, 17). La miel es el dulce amor divino de Jesús que mana de su Corazón en el Santísimo Sacramento. Sólo un corazón herido puede apreciar esta dulzura. Sólo un corazón humillado puede reconocerlo. Sólo un corazón de niño puede amarlo.
Esta es la razón por la que Dios permite el sufrimiento en nuestra vida. Es la medicina que nos cura de la soberbia. Sólo cuando nuestro corazón está herido, aplastado, derrotado, humillado o sufriendo de cualquier otra forma, podemos experimentar la dulzura de su amor. Porque Él es el más abatido de todos.
Una lanza abrió el costado de Jesús para que de su Corazón herido pudiera brotar la dulzura de su amor divino sobre todos los que se acercan a Él en el Santísimo Sacramento. Por esto proclamamos en la Bendición del Santísimo: “Nos diste, Señor, el Pan del cielo… que contienen en sí todas las delicias”.
Cuando estuve en México, vi a unos niños jugando a la “piñata”. Con los ojos tapados, golpeaban un objeto lleno de golosinas hasta que lograban romperlo, y así caían los caramelos que los chicos comían hasta saciarse.
Al Corazón destrozado de Jesús en el Santísimo Sacramento se acercan todos los corazones destrozados del mundo. La dulzura de su Amor es un bálsamo y un consuelo a las amarguras de la vida y a sus rechazos dolorosos. Porque “Yahveh está cerca de los que tienen roto el corazón, Él salva a los espíritus que sufren” (Salmo 34, 19).
Esta debe ser la razón por la que los países del tercer mundo acogen la adoración perpetua con más entusiasmo que las naciones opulentas. El padre Lorenzo Guerrero, S.J., tuvo un sueño donde vio a las Filipinas de noche a mucha distancia de la tierra. La vista era magnífica con luces chiquitas en el centro de pequeños corazones que iluminaban la Isla entera. Se le dijo en el sueño que esas luces resplandecientes eran las gracias que salían de las muchas capillas de adoración perpetua.
El padre Martín llegó a las Filipinas en 1986 justo antes de la revolución EDSA. Howard Dee lo llevó al restaurante Josefina, situado en la avenida Roxas. Howard es un gran amigo del Cardenal Sin, quien tiene un profundo amor por la Eucaristía y un gran interés por la adoración perpetua. Esta fue una de las principales razones por la que fue invitado el padre Martín. La entrada al restaurante estaba decorada con mil pequeños corazones con lucecitas eléctricas en el centro en conmemoración del Día de los Enamorados. El padre Martín dijo que esa era la cantidad de capillas de adoración perpetua que Nuestra Señora quería que hubiera en las Filipinas. Que tienen un lugar especial en su Corazón y en el de su Hijo. Ella desea que haya mil capillas de adoración perpetua. El padre Roger Cortez está trabajando con mucho interés para lograr este objetivo.
Había una canción que decía: “Lo que el mundo necesita es amor, dulce amor”. El Papa Pablo VI dijo: “El Santísimo Sacramento es el Corazón Vivo de cada una de nuestras parroquias” (Credo del pueblo de Dios). Cuando pienso en el mundo de hoy creo que tenemos escasez de poder espiritual, algunos lo llaman pérdida, nosotros lo llamamos apagón parcial. “Y el juicio está en que vino la luz al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz” (Juan 3, 19).
Debemos volver a la Fuente Viva del Dulce Amor, el Enamorado Divino, que genera la verdadera luz que nos hace sentir tan especiales. Cuando uno se siente como una basura, trata a los demás como basura. Cuando uno se siente especial, entonces trata a los demás en forma especial. Cuando más amados nos veamos a la luz del Amor Eucarístico, tanto más nos amaremos unos a otros.
El Santísimo Sacramento es para alguien muy especial. ¡Para ti! Jesús te quiere a ti más que todo el amor que jamás haya existido en el mundo desde el principio de los tiempos. Su misma Presencia dice, “Déjame llamarte amado porque estoy enamorado de ti. Déjame oír el susurro de que tú también me amas”.
Sobre el Santísimo Sacramento se ha escrito: “Enamorarse de Dios es el más grande de todos los romances. Buscarlo, la aventura más grande. Encontrarlo, la conquista humana más importante”.
Esta mañana el vicepresidente Salvador Laurel vino a la inauguración de la capilla en la calle Carnation. Él es un verdadero héroe de la revolución EDSA, y está considerado por muchos como uno de los estadistas más grandes del siglo XX. Dirigiéndose a los Misioneros del Santísimo Sacramento les dijo que necesitábamos otra revolución, una que lleve al mundo entero al Santísimo Sacramento.
Fraternalmente tuyo en Su Amor Eucarístico,
Monseñor Pepe
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