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A principios de mayo, la Santa Sede anunció la fecha de la beatificación de la Hermana María Crescencia Pérez, que tendrá lugar en la ciudad bonaerense de Pergamino el 17 de noviembre. Esto ha llenado de alegría no sólo a la Congregación de Nuestra Señora del Huerto, a la que pertenecía la Hermana Crescencia, sino a toda la Iglesia en nuestro país por esta nueva beata. Para prepararnos a este feliz acontecimiento queremos conocer más en profundidad la vida y obra de esta religiosa. Compartimos aquí una entrevista con las Hermanas Sandra y Del Huerto, de la Congregación de Nuestra Señora del Huerto, quienes nos comparten como será la ceremonia de beatificación y cómo se están preparando para este gran evento eclesial.
Asimismo, te dejamos un extracto de la vida de la Hermana Crescencia:
La Sierva de Dios Hermana María Crescencia Pérez nació en San Martín Provincia de Buenos Aires el 17 de Agosto de 1897, y nos dejó un 20 de mayo de 1932, dejándonos con su obra una enseñanza inquebrantable de servicio, obediencia y profundo amor a Dios, a su virgen del Huerto y al mundo que la necesitaba.
La vida de María Crescencia Pérez no es sino un mensaje de amor. Llevó siempre en su interior el fuego de un gran ideal: "Hacerse toda a todos". Este ideal, que fue el de su fundador, la quemó por dentro y la estimuló constantemente a donar su vida por la salvación de las almas.
Sencilla, serena, toda de Dios y al mismo tiempo, toda de los hombres, fue puesta en nuestro camino para ayudarnos a descubrir, con renovada audacia, la fuerza inicial y lo que tiene de genuino y de evangélico el carisma gianellino.
Los Perez y los Rodriguez que partieron de la Galicia española, tierra de grandes emigraciones, en un barco repleto de emigraciones plenos de esperanza rumbo a Sudamérica. Pero amargas realidades imprevistas, frenaban muchas veces el lejano entusiasmo de la partida; por el contrario, algunas veces incitaban reacciones impensadas en aquellas obstinadas voluntades.
En San Martín, Buenos Aires, en el frío agosto de 1897, nace una criaturita, nuestra María Angélica. Al nacer la pequeña, las condiciones de la familia mejoraron, porque el padre, ya de treinta años, logra finalmente un trabajo en la Compañía Alemana de Electricidad. "Vivíamos nuestra pobreza con alegría; cada pequeño suceso nos entusiasmaba. No conocíamos demasiado, no añorábamos la falta de tantas cosas… El ejemplo de nuestros padres simples y fuertes, ricos en fe y en amor, nos hacía crecer laboriosos. Tío José, hermano de mamá nos ayudaba, indicándonos una u otra posibilidad de trabajo, sugiriéndonos un patrón dispuesto a acogernos…"
La mayor parte del ciclo primario lo cursó en el Hogar de Jesús, de Pergamino. También allí se recibió de maestra de Labores. Su vocación religiosa, que había ido creciendo a lo largo de todos estos años, tomó un curso definitivo cuando el 31 de diciembre de 1915 ingresó en el Noviciado de las Hermanas del Huerto, en Buenos Aires. Recibió el Santo Hábito el 2 de septiembre de 1918, en circunstancias en que moría su padre, don Agustín Pérez.
No deseando otra cosa que agradar a Dios con una vida santa y ser instrumento suyo para salvar a los hombres, se entregó totalmente a su misión, como Hija de la Caridad, haciéndose "Toda para Todos", en obediencia perfecta y en Caridad ilimitada.
Según sus testigos, la virtud sobresaliente de María Crescencia fue la humildad. Esta le permitió vivir las grandes exigencias de la Caridad fraterna y de la perfecta vida en común, con íntima y serena alegría. Era feliz de poder hacer la voluntad de Dios.
Los primeros años de su vida religiosa los dedicó a la niñez. Se desempeñó como maestra de Labores y Catequesis, en primer lugar en la Escuela Taller adjunto a la Casa Provincial y después en el Colegio del Huerto de Buenos Aires, en calle Rincón.
Una segunda etapa de su vida tuvo como destinatarios a los enfermos. Comenzó esta misión en el Sanatorio Marítimo de Mar del Plata (Solarium), lugar dedicado exclusivamente a la internación y atención de niños afectados de tuberculosis ósea. Allí permaneció tres años. Como su frágil salud comenzó a declinar rápida y seriamente, sus superiores decidieron enviarla a un lugar donde el clima le ayudase a recuperarse. Eligieron para ello Vallenar, en la República de Chile, donde las Hermanas del Huerto atendían en el Hospital desde 1915. En el año 1928, la Hermana María Crescencia visitó por última vez Pergamino para despedirse para siempre de los suyos. Poco después acompañada por la Madre Provincial viajó a Chile, donde transcurrió la última etapa de su vida, ya que cuatro años después de su llegada entregó su alma a Dios, en Vallenar, luego de una vida heroica en la virtud.
En el momento en que María Crescencia llegaba a Vallenar bien puede decirse que las Hermanas del Huerto estaban escribiendo una página de oro de Congregación en América . Vallenar, de aproximadamente 6.000 habitantes en aquel momento, seis años antes había sufrido un terrible y devastador terremoto, que destruyó casi la totalidad de las casa de la población. A partir de este hecho doloroso, Vallenar entró en un largo proceso de reconstrucción, que se prolongó durante muchos años. La gran pobreza en que vivían, el dolor de tantas familias sin techo, la soledad del lugar y las enormes distancias de otros pueblos, hicieron que se cumpliese claramente el deseo del fundador: "Lleven siempre la pobreza consigo y vayan donde por las dificultades del lugar y por la falta de medios otras Hermanas no pueden ir".
A pesar de lo mucho que le costó dejar su Patria, su familia y su comunidad, María Crescencia vio claramente la voluntad de Dios en las palabras de su Superiora y con gusto aceptó lo que Él le pedía. Ella había dicho: "Por cumplir la voluntad de Dios iría al fin del mundo". Vivió en Vallenar entregada totalmente al servicio de sus Hermanos enfermos, dentro de la alegría de a vida comunitaria y creciendo incesantemente en el Amor de Dios a quien había consagrado su vida, hasta llegar a decir: "Señor, que te ame tanto como te amas a ti mismo".
Ante el progreso y gravedad de su enfermedad, fue internada durante tres meses en un hospital cercano a Vallenar, totalmente aislada para evitar el contagio. Pero las últimas semanas de su vida la pasó nuevamente en Vallenar, en su comunidad, edificando a las Hermanas con su serenidad y profunda paz interior. Dios le tenía reservadas para este momento gracias muy especiales. Según las crónicas recibió en visión la visita del Fundador, San Antonio María Gianelli. Desde la imagen de su cuadro de la Virgen del Huerto, que tenía junto a su lecho, María la bendijo a ella y a las Hermanas. El niño Jesús hizo ademán de salir de los brazos de su Madre y María Crescencia extendió los suyos para recibirlo.
Con verdadera piedad recibió el Santo Viático, rodeada de su Superiora y Hermana y mientras rezaba con los presentes las oraciones de los agonizantes, se incorporó e inclinándose profundamente delante del cuadro del Sagrado Corazón de Jesús, repitió las palabras que el mismo Jesús le enseñaba: "Corazón de Jesús, por los sufrimientos de tu divino corazón, ten misericordia de nosotros". Su deseo de unirse a Jesús era vehemente, por eso exclamó: "No me detengan mas... No me detengan mas... Sí, que todos vayan al Corazón Santísimo de Jesús. Allí encontrarán la salvación de su alma". Finalmente dijo sonriendo: "Padre... en tus manos encomiendo mi espíritu. Así murió santamente, el 20 de mayo de 1932.
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