Cuando nos consagramos a la Virgen hacemos con Ella como un pacto, que se puede expresar en los siguientes términos: Nosotros nos ocuparemos de María y de sus cosas, y Ella se ocupará de nosotros y de nuestras cosas.
Por eso para que la Virgen se ocupe de nuestras cosas, debemos entregárselo todo a Ella para que disponga a su gusto, y nos vaya arreglando las cosas.
Y nosotros sólo debemos ocuparnos y preocuparnos por la gloria de Dios y de María, la salvación de las almas y el Reino de Dios y María en el mundo.
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