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Bautismo.
Estamos tan acostumbrados a las cosas sagradas, que pocas veces nos detenemos a pensar en la infinita misericordia que ha tenido Dios al conferirnos el don del Bautismo. Porque todo lo que podemos hacer en el orden sobrenatural, si podemos recibir la Eucaristía, confesarnos, y recibir los demás sacramentos, es porque hemos sido bautizados, hemos nacido a la vida de Dios, y el Cielo, desde el día de nuestro bautismo, lo hemos comenzado a vivir ya aquí desde la tierra.
Ésta es una gracia que cada día que nos levantamos de la cama, deberíamos agradecer a Dios, y casi o más que como el día de nuestro cumpleaños, deberíamos festejar el día de nuestro bautismo, porque realmente hemos sido dados a luz en ese día, no corporalmente, pero sí espiritualmente, porque ese día hemos resucitado con Cristo y hemos dicho para siempre “No” al pecado y a su autor: el demonio.
Dios nos ha hecho una gran misericordia al bautizarnos, porque esa es la puerta para entrar en el Cielo, y todo lo demás viene y puede venir, gracias a este sacramento grande, que es la aplicación de los méritos del Señor, el motivo por el que el Verbo de Dios se hizo carne en el seno se María Santísima para salvarnos.
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