Quince minutos con Jesús Misericordioso
Mis manos.
Jesús Misericordioso, Tú me has dado las manos para que las emplee en hacer el bien, en acumular buenas obras, obras de misericordia, que me hagan semejante a Ti en la compasión y el amor a mi prójimo. Es por eso que hoy quiero consagrarte mis manos, para que me las cuides y protejas, y que no permitas que las utilice en hacer el mal, en robar o dañar de mil formas.
Jesús, te doy gracias porque eres tan bueno conmigo, y todo lo que permites en mi vida siempre es para bien.
Cuando me enfermo, me parece que te has olvidado de mí. Pero en realidad, a través de la enfermedad y el dolor, quieres recordarme la eterna verdad de que un día moriré, y de que debo aprovechar el momento presente, lo que me queda de vida en este mundo, para hacer buenas obras, para usar mis manos en obras de amor y salvación.
A los justos, todas las cosas deben llevarlos a la perfección, y a meditar sobre las verdades eternas, porque para eso es que Tú permites el mal, para que meditemos en las ultimidades de nuestra vida, de la vida del mundo, y también para que empleemos bien y aprovechemos mejor el tiempo de vida que nos queda todavía por vivir.
¡Gracias Jesús, porque nos amas tanto, y sabes dar tus medicinas, aunque sean amargas, para nuestro propio bien! Y si Tú podrías tomar esas medicinas, ¡cuánta tomarías! Pero es necesario que nosotros mismos la tomemos, porque de otra forma no entramos en razón sino cuando padecemos los males en carne propia. Y además, estos sufrimientos nos hacen compasivos con los que sufren, que a veces los olvidamos porque no sufrimos lo mismo que ellos.
¡Gracias Jesús!
¡Tienes que ser miembro de Rosario ProVida para agregar comentarios!
Únete a Rosario ProVida